Rompió los moldes y caminos tradicionales de la política en Coahuila. Sin apellido de abolengo, forjó su propio camino hasta lograr un lugar en la historia del estado. Contra los pronósticos, en su momento, ganó la alcaldía de Torreón en un escenario sumamente cerrado. Algo similar sucedió cuando compitió por la gubernatura, pese al ambiente propenso a la alternancia en 2017. La elección fue muy cuestionada, pero al final, conservó el poder para el Partido Revolucionario Institucional.
No obstante, las críticas, ya como gobernador, construyó pacientemente legitimidad. En el gobierno, incluyó a diversos actores políticos, abrió las puertas de palacio a críticos vilipendiados, como el obispo de Saltillo, Raúl Vera. Poco a poco edificó un valioso consenso con las distintas fuerzas locales en el estado. Hizo política en corto, pero también atendió y cuidó los indicadores del estado. Contrario a su estilo de alcalde, como gobernador fue moderado, pero firme. Más tendiente a la prudencia que exige el cargo. Ganó todas las elecciones y también, se ganó a tiros y troyanos con resultados, en particular, tras superar la dura prueba de la violencia.
En la gubernatura, Miguel Ángel Riquelme, fue ecuánime y estuvo a la altura del cargo. Domó su carácter fuerte y claro, alejándose de la manera irascible que tuvo cuando fue alcalde. Refinó su comportamiento político y elevó el nivel como principal representante del estado.
El mismo día del segundo informe de gobierno, el 30 de noviembre de 2019, un comando de criminales asaltó la población de villa Unión y balaceó la presidencia municipal. Docenas de camionetas arribaron para causar terror en la pequeña población. El enfrentamiento dejó 23 muertos, pero la terrible ocasión marcó el gobierno de Riquelme, quien a partir de ese momento, preponderó como principal valor, la seguridad. Bajo esa ruta, no sólo consolidó la paz y la seguridad para Coahuila, sino a la larga, forjó un ejemplo nacional, que hasta el mismo presidente de la República, reconoció. Sin duda, tras 17 años de violencia en el país, después de que Calderón abrió la llamada "guerra contra el narco", Coahuila es un referente de cómo hacer las cosas, pese a los recortes presupuestales de la federación. Atrás quedaron los peores años cuando el crimen laceró a la población. Sin duda, es el mayor legado de Riquelme como gobernador.
A la distancia, supo contrastar positivamente su gobierno, en relación a los últimos tres gobernadores. Los hermanos "m", tristemente célebres, y el interino que mandaron entre ellos. El primero dejó endeudado a perpetuidad las finanzas y heredó una pesada carga, lo cual generó un profundo impacto negativo para las siguientes décadas. El segundo, engreído y dado a la antipatía, cubrió al primero. Ese fue su mayor logro. El interino llegó más lejos: estuvo prófugo y fue acusado por la justicia del país vecino, porque aquí no pasa nada. Es decir, escándalo tras escándalo. En ese sentido, el gobernador Riquelme logró diferenciarse con eficacia y resultados. Mesura y prudencia fueron virtudes públicas de su gobierno. A unas semanas de que termine su encargo constitucional, sale con las palmas y buena imagen pública. Después de muchos años, deja a Coahuila con buenas notas.
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