Hasta el día de hoy, México y el mundo son afectados por una terrible sequía. De acuerdo con un informe especializado de la Organización de Naciones Unidas (ONU), el número y la duración de las sequías han aumentado un 29% desde el año 2000. Destaca la importancia de gestionar la sequía acelerando su reducción mediante el uso de todas las herramientas posibles, un grito desesperado porque:
"Los imprevistos meteorológicos, climáticos e hídricos acontecidos entre 1970 y 2019 han provocado el 50% de los desastres y el 45% de las muertes relacionadas con estas causas, sobre todo en los países en desarrollo.
Las sequías representan el 15% de las catástrofes naturales, pero se cobraron un gran número de víctimas, aproximadamente 650,000 muertes entre 1970 y 2019.
Las sequías causaron pérdidas económicas mundiales de aproximadamente 124.000 millones de dólares ente 1998 y 2017.
Más de 2300 millones de personas se enfrentan a una situación de estrés hídrico; cerca de 160 millones de niños están expuestos a sequías graves y prolongadas."
En alguna forma nuestro país colaboró a cada una de las problemáticas anteriores. En México aproximadamente 47 % de su territorio padece sequía. La sequïa no sólo es un periodo Prolongado sin lluvias o con una precipitación inferior al promedio anual, también importa el momento en que ocurre porque si no llueve cuando se requiere agua para las siembras de frijol y maíz, o en el periodo de crecimiento de los pastos naturales, el desastre agrícola y ganadero es inevitable.
Pero hay una sequía aún más complicada que muy poco tiene que ver con la presencia o ausencia de lluvias: la falta de agua en nuestras casas. En efecto, a esta sequía ya no la resuelve que llueva, depende de una de las mejores alternativas para la solución de las crisis hídricas: las aguas subterráneas, si y sólo si se gestionan correctamente. Cómo duele esto, porque esta agua que llenaba nuestros acuíferos y que la ONU pregona hoy en el mundo entero como su principal estrategia para enfrentar las crisis hídricas ocasionadas por el cambio climático, a nosotros Comarca Lagunera, se nos está acabando.
¿Cómo responderemos a los compromisos que hemos hecho en el ámbito mundial en materia de preparación y resiliencia ante la amenaza de una sequía más prolongada y severa, si nuestra agua subterránea se sobreexplota y contamina?
Frente a una situación como ésta, en México no se ha seguido la línea de las sugerencias de la ONU y se ha continuado con el viejo enfoque de los embalses o presas, cuyo funcionamiento es aún más frágil frente a la amenaza de la sequía.
Las emergencias climáticas se han tratado de resolver desde hace décadas mediante el uso de una tecnología muy polémica: la estimulación de lluvias mediante la aplicación a nubes de Ioduro de plata. Con este programa la Secretaría de Agricultura (SADER) pretende incrementar la precipitación pluvial en un 25% este año. La tecnología es polémica porque aun no hay consenso científico sobre su eficacia.
Aunque habría que mencionar que hay casos de posibles éxitos, y digo posibles porque hasta ahora resulta difícil establecer que la precipitación ocurrida realmente se debió a la estimulación de lluvias con Ioduro de plata, o si la nube bombardeada precipitó la lluvia de manera natural.
La comunidad científica se expresa más o menos en los siguientes términos:" La siembra de nubes o la estimulación de lluvias es una técnica que no ha demostrado ser eficaz, es difícil de implementar y aun más dificil es establecer hasta que grado funciona. A pesar de toda la tecnología que ostentamos, aún no podemos lograr un avance sustancial en modificar las nubes para que llueva donde y cuando queremos."
Luego entonces no es precisamente la alternativa más eficaz para enfrentar la sequía.
