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Sin gobierno

DENISE DRESSER

ÁTICO

Es cierto que Otis fue un fenómeno sin precedentes, también es cierto que los tres niveles de gobierno no reaccionaron como debieron hacerlo.

El 24 de octubre a las 8:25 p.m., el presidente López Obrador tuiteó lo siguiente: "Atento aviso a toda la población de la Costa Grande de Guerrero: De acuerdo con la información disponible se pronostica que el huracán Otis entrará al territorio con categoría 5 entre Acapulco y Tecpan de Galeana de las 4 a las 6 de la mañana, Están en marcha el Plan DN-III-E y el Plan Marina en coordinación con el gobierno del estado. Acepten trasladarse a refugios, mantenerse en lugares seguros, alejados de ríos arroyos, barrancas y estén alerta sin confiarse. Nosotros también estamos pendientes". Así se informó a Acapulco de la catástrofe que se aproximaba a una velocidad insólita. Sin un sentido de urgencia, sin un entendimiento de la emergencia, sin una estrategia para informar masivamente a la población. Así, en un tuit, quedó exhibido el fenómeno transformador de la 4T. El país se ha ido quedando sin gobierno.

No hubo gobierno que diera seguimiento a aquello que el Sistema Meteorológico estadounidense y el National Hurricane Center venían monitoreando muchas horas antes de que Otis arribara a la costa acapulqueña. No hubo advertencias del escalamiento y sus implicaciones "devastadoras" y "catastróficas". No hubo coordinación entre las autoridades federales, estatales, municipales y el Ejército. No se promovieron refugios de manera masiva, ni se ordenó un cese total de actividades o el resguardo de la población. No se enviaron convoyes militares con lo que se necesitaría el día después y ahora escasea. No hubo capacidad de respuesta. Lo que sí hubo fue ignorancia o indolencia o incompetencia o indiferencia.

Es cierto que Otis fue un fenómeno meteorológico sin precedentes, que superó las capacidades de los modelos meteorológicos y sacudió a la comunidad científica. Es cierto que la veloz intensificación con la cual se transformó de tormenta tropical en huracán nivel 5 dejó boquiabiertos a los expertos más avezados. Pero también es cierto que los tres niveles de gobierno no reaccionaron como debieron haberlo hecho. AMLO tuiteó, Evelyn Salgado desapareció, Protección Civil se escurrió, el Ejército se paralizó, y Acapulco pagó el precio. Otis dejó poco margen de maniobra, pero en ese tiempo pudieron haberse emitido alertas en cadena nacional por radio y televisión, pudieron hacerse preparativos para la provisión de todo lo que hoy hace falta, pudieron darse indicaciones de emergencia.

Pero los acapulqueños y los turistas siguieron bailando, cenando, comprando, caminando en la playa y participando en convenciones, porque el gobierno desapareció. Ese "elefante raquítico" que AMLO criticaba acabó atascado en el lodo, sin la capacidad de proveer un teléfono satelital, enviar helicópteros militares para trasladar al gabinete, inspeccionar la zona, comunicar qué estaba sucediendo y quién estaba al mando. Pocas cosas tan patéticas como presenciar al Presidente de la decimoquinta economía del mundo, varado en una camioneta militar, con miembros de su equipo y del Ejército intentando sacarlo de ahí a empujones.

Ese es el legado de 5 años de recortes, despidos, desaparición de protocolos y desprofesionalización de la administración pública. Ese es el impacto de no limpiar al Fonden y sustituirlo con un "programa" de 18 mil millones de pesos usados a discreción. La falta de previsión, la falta de planeación, la falta de operación han acentuado la catástrofe. El desmantelamiento del Estado magnifica los desastres naturales y sanitarios. Los malos manejos y la politización intensifican los daños, obstruyen la ayuda, incrementan el número de muertos, y profundizan el dolor. Fue lo que pasó con Trump y el huracán en Puerto Rico; es lo que ha pasado con AMLO en Acapulco. Ambos, amplificadores de desastres naturales y pandemias. Ambos, negacionistas de los efectos del cambio climático, y Otis es uno de ellos.

Señalar los costos de la gobernanza garrafal en momentos de crisis no es señal de politiquería o falta de solidaridad. Exigir que las autoridades actúen de manera eficaz no parte de un afán adversarial o de lucro político. Es lo que AMLO reclamaba antes de llegar al poder. Antes de que adelgazara a las agencias encargadas de monitorear, alertar, y reaccionar. Antes de que parara la provisión de ayuda para concentrarla en manos del Ejército y los Servidores de la Nación. Y antes de que decidiera gobernar vía Twitter (X), abandonando a Acapulco a la tempestad.

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Escrito en: Editorial Denise Dresser editoriales

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