Taquigrafía, el arte de escribir veloz
Cuando escuchamos la palabra taquigrafía, muchos piensan en una pequeña libreta con espiral en la parte superior, herramienta útil que usan los reporteros en una rueda de prensa.
Actualmente, la taquigrafía además de relacionarla con ese objeto es un tema casi olvidado, pero antes de la llegada de las grabadoras, computadoras y teléfonos inteligentes este era un método muy popular con el que se podía escribir más rápido cartas, comunicados, memorándums, discursos y entrevistas.
Por muchos años la taquigrafía se enseñaba en secundarias y carreras técnicas del área secretarial, administrativa y comercial. Incluso hoy, todavía se ofrecen cursos en centros de capacitación y hasta tutoriales en internet para aprender este curioso sistema.
La taquigrafía es una disciplina que utiliza abreviaturas, caracteres y signos, equivalentes a palabras, letras y frases, con el fin de que la escritura pueda ser tan rápida como el habla.
Existen varios tipos de taquigrafía que, aunque cumplen un mismo objetivo, sus signos son diferentes; los sistemas más conocidos son Pitman, Gregg y Teeline, entre otras.
Una disciplina milenaria
Se dice que la taquigrafía es tan antigua como las primeras civilizaciones que contaban con un idioma establecido, la necesidad de anotar para conservar discursos y debates llevaron a buscar métodos para registrar cada palabra de forma casi simultánea.
Su nombre viene de dos vocablos griegos que son taxos (rapidez) y grafos (escritura), esta técnica se conoció por primera vez durante la época del historiador griego Jenofonte. De hecho, los fenicios y los romanos la usaron en la época de Cicerón.
Con la invasión de los bárbaros, el sistema cayó en desuso hasta el siglo XVI, creando nuevos métodos de taquigrafía basados en el sistema romano.
TAMBIÉN LEE Aprende el abecedario en Lengua de Señas Mexicana
Forma parte del patrimonio lingüístico de MéxicoLa taquigrafía en México
En México, muchos taquígrafos a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX fungían como secretarios particulares de políticos, abogados y oradores que deseaban tener un registro fiel de sus discursos y depositaban en ellos su confianza para tomar notas.
El mismo Francisco I. Madero contaba con su taquígrafo personal, Elías de los Ríos, quien lo acompañó durante sus giras por el país registrando todos los mítines antirreeleccionistas que realizó en 1910.
Para finales de la Revolución Mexicana, los taquígrafos fueron pieza clave en las reuniones para la creación de una nueva Constitución en 1917.
Asimismo, durante la primera mitad del siglo XX, instituciones de educación pública y privada dieron la oportunidad de enseñar a las mujeres taquigrafía a nivel técnico con certificado para trabajar en todo tipo de oficinas.
Para incentivar a sus alumnas estas escuelas realizaban concursos en los que se premiaba a quien escribiera más rápido, llegando a capturar hasta más de 200 palabras por minuto.
El auge de las secretarias con habilidades de taquigrafía llegó a su punto máximo entre 1930 y 1950. Durante esta época, la escritora Sarah Batiza hizo una novela titulada "Nosotras las taquígrafas", basada en su experiencia como taquígrafa en la Secretaría de Hacienda. Su obra fue premiada y adaptada al cine en 1950.
Así fue como hasta los años 80 en nuestro país la taquigrafía seguía siendo de uso popular hasta la llegada de las grabadoras y otras tecnologías.
