En esta columna al final de cada año realizamos un ejercicio sobre la agenda ambiental pendiente, la cual a pesar de presentar avances sigue teniendo pasivos importantes. Quizás ahora valga la pena invertir la moneda para comentar sobre una experiencia de éxito en el área de educación ambiental que se realiza desde hace más casi dos décadas, pero que con la colaboración de la Secretaría de Educación Pública de Coahuila (SEDU) se sistematiza en el entorno de la educación formal dentro de un área natural protegida.
Nos referimos a los programas de Educación Ambiental y Equidad de Género en el Sector Educativo Formal y el de Gestión Integral de Residuos Sólidos, de la Reserva Ecológica Municipal Sierra y Cañón de Jimulco. Este programa surge de la convergencia de dos ejercicios de educación ambiental que originalmente se implementaron en escuelas y comunidades de esta área natural protegida (ANP): acciones intermitentes en algunas escuelas de nivel básico y acciones de manejo de residuos sólidos en comunidades rurales.
Como en toda ANP, la educación ambiental es una de las acciones de conservación ineludibles, ya que constituyen espacios donde las personas que residen en ellas están en constante contacto diario con el hábitat y especies de vida silvestre (fauna y flora), son entornos en los cuales existen ecosistemas naturales en condiciones más próximas a su estado original, donde la interacción humana con ellos no ha provocado perturbaciones importantes que los alteren. En este caso, desde Biodesert y Fundación Jimulco, las asociaciones civiles que han administrado dicha ANP desde 2006, inicialmente promovieron dichas acciones a través de la participación voluntaria de mujeres residentes en las comunidades y de profesores y alumnos de escuelas ubicadas en ellas.
Por un lado, las mujeres voluntarias se involucraron en actividades de manejo de residuos sólidos donde se pretendía que la población de esas comunidades tomara conciencia sobre el impacto que tenía desechar basura sin manejo alguno, y por el otro, se pretendía que los niños y jóvenes de las escuelas de primaria y secundaria se sensibilizaran y desarrollaran una percepción más amigable con el ambiente en que vivían. Así surgen grupos comunitarios voluntarios como el de Promotoras Ambientales y los primeros Clubes Ecológicos Escolares.
La experiencia que dieron estas acciones intermitentes condujo a la necesidad de sistematizar el trabajo realizado, que este no solo se basara en dichas acciones intermitentes como comúnmente ocurre con las oficinas de medio ambiente de los gobiernos locales, sino que se diseñaran estrategias y programas que proyectaran esas acciones con objetivos, metas y acciones de corto, mediano y largo plazo, con resultados evaluables para observar los avances.
Es así como surgen los programas citados. En el primer caso se gestionó la colaboración institucional con las secretarías de Educación Pública y de Medio Ambiente de Coahuila, y la dirección de Medio Ambiente de Torreón, suscribiendo un convenio que formalizaba la inserción del programa de Educación Ambiental dentro de las actividades formales de las 11 escuelas de primaria, secundaria y preparatoria existentes en esta ANP, diseñándose un modelo de gestión que, además de promover la educación ambiental, también incorporaba la equidad de género.
El modelo de gestión se opera a través de un programa en el que cada ciclo escolar participa alrededor de 250 alumnos de primaria y secundaria y de 15 a 20 alumnos de preparatoria. Se trabaja con base a siete ejes temáticos, cinco de educación ambiental y dos de equidad de género: Ecosistemas y Biodiversidad, Manejo de Residuos Sólidos, Escuela y Comunidad Verde, Nueva Cultura del Agua, Cambio Climático, Equidad de Género como Derecho Humano y al Desarrollo y Equidad de Género y Conservación de la Naturaleza, sobre los cuales se facilitan cada ciclo escolar 77 talleres por parte de las Promotoras Ambientales Comunitarias y los jóvenes de preparatoria que integran la Brigada Juvenil Ambiental, previa capacitación que reciben.
El programa se basa en la movilidad escolar en el que participan los jóvenes en tres etapas: en primaria y secundaria reciben los talleres y ya en la preparatoria son quienes los facilitan, observándose un avance importante en estos últimos, ya que también, al igual que las promotoras, se involucran en otras actividades como las que se realizan en el Programa de Gestión Integral de Residuos Sólidos. Cada grupo de escolares de primaria y secundaria participa en un club ecológico, y en la preparatoria en la Brigada Juvenil realizando su servicio social.
Dicho programa ha sido posible por la participación comunitaria a través de los grupos mencionados (promotoras ambientales, brigada juvenil y clubes ecológicos), pero también por la colaboración institucional de las oficinas de gobierno señaladas (SEDU, SMA y DGMA), de los docentes y directivos de las escuelas y las autoridades ejidales, así como de algunas empresas privadas como PASA, Peñoles y CEMEX, proveyendo apoyos en servicios y materiales, a la vez que las actividades que realizan convergen con otros grupos comunitarios como el Comité de Vigilancia y la Brigada contra Incendios Forestales. Es un ejercicio de éxito que va transformando la percepción de los niños y jóvenes escolares que residen en esta ANP.