En la anterior colaboración dejé las siguientes preguntas sin contestar: ¿Por qué decimos que las fuentes de agua nueva son exiguas o mezquinas? ¿Acaso la supuesta recarga del acuífero con agua nueva que nos hicieron creer desde hace más de 15 años de aproximadamente 500 millones de metros cúbicos no existe más? ¿Acaso la Conagua pretende gestionar el agua de la Era de Hielo para el presente y futuro de nuestra región?
En esta colaboración pretendo abordar estas cuestiones desde el enfoque de un nuevo paradigma, el de los Sistemas Gravitacionales de Flujo de Aguas Subterráneas (SGFAS).
Los SGFAS constituyen un nuevo paradigma que se basa en un modelo científico que propone un enfoque diferente al tradicional en relación a la gestión del agua, además de entender el ciclo del agua en su conjunto.
La conceptualización del ciclo hidrológico por los SGFAS es única, ya que, además de integrar todos sus componentes en un sistema, este tiene el objetivo de entender el flujo del agua subterránea en su conexión con el agua superficial. De acuerdo con este enfoque, después de una lluvia el agua se infiltra en el suelo y viaja a través de las rocas, gravas y arenas siguiendo por lo menos tres rutas: un camino local en el que el agua subterránea puede viajar por varios años hasta salir a la superficie, un camino intermedio que puede durar cientos de años en su viaje hasta algún punto de la superficie y un camino regional en el que el agua subterránea viajará no sólo grandes distancias, también lo hará a grandes profundidades en total ausencia de oxígeno y en contacto con rocas antiguas que son el resultado de la evolución Geológica a lo largo de miles de millones de años, que le otorgan propiedades especiales a el agua. Este camino puede durar miles de años y para cuando ya llega a la superficie será obviamente agua vieja o antigua.
Desde luego este movimiento del agua subterránea ocurre gracias a un potencial energético conocido como potencial hidráulico y está estrechamente relacionado no sólo con la recarga del acuífero sino también con la descarga de la misma en un río o en un manantial contribuyendo así a la salud de los ecosistemas relacionados. Sin embargo, los caminos por donde fluye el agua subterránea han sido en muchos casos modificados, reduciendo así las posibilidades de recarga natural a los acuíferos.
Los protocolos oficiales contemplan tres componentes en la recarga del acuífero: la recarga vertical, el flujo subterráneo horizontal y la recarga incidental. La primera incluye a la precipitación pluvial que ocurre en el valle, que también le podemos llamar lluvias in situ, que como sabemos es de apenas 230 mm anuales que si cayeran en un mismo día apenas mojarían los primeros 23 cm de la capa de suelo, luego entonces ¿cómo podrían impactar el nivel freático del acuífero?, si este se encuentra a cientos de metros de profundidad.
El flujo subterráneo horizontal considera la infiltración de escurrimientos de los arroyos, que en nuestro caso particular se trataría de los ríos Nazas y Aguanaval principalmente, supondríamos en los dos casos un impacto favorable en la recarga, pero, en el caso de las aguas mansas del Nazas, que de pronto cambian a aguas bravas cuando son liberadas de las presas dejando a su paso acuíferos riparios repletos de agua pero que de pronto vuelven a amansarse en una nueva presa la de San Fernando. Desde ahí el río se desvía a canales y acequias revestidos anulando por completo la posibilidad de recargar el acuífero principal. El Aguanaval que es un río efímero de aguas bravas sólo en algunos tramos, sus aguas se van derivando continuamente hacia canales, es uno de los ríos más intervenidos del país, impidiendo así, llegar a sitios donde antes alcanzaba a depositar sus aguas. Es muy pobre su aportación a los acuíferos riparios y al acuífero principal es prácticamente nula.
La recarga incidental incluye los excedentes de agua para riego agrícola que representa la ineficiencia en la aplicación del riego, también incluye el agua residual de las descargas urbanas y las pérdidas de las redes de agua potable. Estas últimas quizás las más importantes, no obstante, como su nombre lo dice son humedades incidentales, esto es, de baja importancia y que lo más probable es que se quede la humedad antes de llegar al nivel freático del acuífero principal.
Acorde con lo expuesto hasta aquí, es válido decir que no hay recarga de agua nueva pero sí de agua antigua. Estudios realizados con el enfoque de los SGFAS por el Dr. Marcos Adrián Ortega Guerrero, Investigador del Centro de Geociencias de la UNAM, demuestran que aproximadamente 120 millones de metros cúbicos por año de agua rica en arsénico han estado ingresando a la zona del Acuífero Principal, avanzando progresivamente hacia los grandes conos de abatimiento y con ello, aumentando la contaminación del agua subterránea. Esto sucede debido a la gran presión negativa (vacío) que ocasiona el bombeo permanente de una gran cantidad de pozos que "jalan" el agua residual de las antiguas lagunas, en la periferia oriental de la zona metropolitana.
Como se puede ver, las cosas son más serias de lo que pensamos y si todo parece indicar que la Conagua pretende gestionar el agua de la Era de Hielo para el presente y futuro de nuestra región. Se consultaron artículos y materiales del Diplomado en Sistemas Gravitacionales de Flujo de Agua subterránea en la Comarca, Cuenca de los Ríos Nazas y Aguanaval (2023-2024) impartido por el Dr. Marcos Adrián Ortega Guerrero del Centro de Geociencias de la UNAM.