Lo que nuestra gente quiere es tener alegría. El pueblo sumergido en mares de sobrevivencia, tiene los deseos del niño para disfrutar de la vida ¿o para dejar de sufrirla? Por eso muchos van por la calle como charlando con alguien imaginario por esa necesidad de apertura con quien pueda comprenderlos, se apresuran haciendo brechas de simpatía y dando relieve a su imagen.
Y de repente, metidos en el viejo coso de la Juárez, se sonríen con todos, se abrazan y se besan e incluso hablar con extraños les resulta divertido. Y todo por el beisbol, porque un grupo de muchachos vestidos como vampiros, con un guinda fúnebre, van negando la realidad porque se creen capaces de inventar la suya propia y van desfilando como soldados, esta gente del desierto como si la consigna fuera gritar su júbilo y contener otros impulsos a partir de hoy en Laredo, cuando van por otro empeño, sabedores que cuidad la salud mental, ya no da algún temor.
El talento siempre tendrá sitio y si éste conlleva actitud, el hombre puede volar. Algodoneros se ha curtido jugando contra un rival común, el miedo. Deslumbran porque se refugian a cuidar sus armas en el vestuario, aprendiendo de los trucos de las viejas leyendas, se curten conociendo la belleza y el poder de la resistencia al fracaso. Saben que su esencia debe ser libre y feliz, porque de ellos viene el mezclar lo grave y ligero; lo cómico y triste. UL hoy es la máquina que fabrica sueños.
Todos sabemos que el juego es hoy populismo y negocio. La LMB les inventa oportunidades a los perdedores para que revivan y aunque no se puede vivir siempre negando la verdad, todo mundo se rinde ante la presencia del proceso deportivo y sentimental que fabrica el dinero. Pero esos vampiros guindas procesan ilusiones, quitan máscaras de comunes por la cara de los héroes.
Cualquiera se cansa de vivir en un mundo cerrado y anclado en territorios de pobreza, sobre todo si se trata de nuestro pueblo, tan especial, que posee una gran imaginación, esa que lo hace sobrevolar entre su pasado glorioso y el presente veleidoso. Porque Santos ha quedado a deber y si ganó el sábado, es por acudir a su absoluta obligación y a salvar la cabeza calva de Repetto, pero queda distante de ofrecer regularidad. Su proceso es lento y no puede hacer edificios con palabras.
En general la Liga MX no ofrece una emotividad que conmueva. Se le va rutinaria, comodina y los viejos fans ratifican que la nostalgia es un movimiento natural cuando el hombre envejece, pues no encuentra en la cancha las figuras que desea y el espectáculo que llegó a tener. Hoy, los comentaristas nos inventan una emotividad que solo existe en su imaginación y no en la cancha.
El único que emociona es Checo Pérez, que no se resigna a ser escudero de Verstappen pero éste es un fenómeno que ganó su novena carrera al hilo y lleva once en la campaña. Sergio es sacrificado en Red Bull y por ello su relación es tensa. El mexicano aspira a volar y olvida su labor de equipo. Le sería bueno recordar que: "Sufre el dolor de la disciplina o sufre el dolor del arrepentimiento". Una verdad irrefutable.