El siglo XXI ha sido testigo de cómo la sociedad ha adquirido una mayor conciencia sobre los derechos de las mujeres y la violencia de la que son objeto, aunque aún quedan sectores de la población y algunos políticos que increíblemente aún no entienden lo que es la violencia de género, quizás por que nunca la han sufrido.
Las distintas formas de maltrato siempre han existido, la diferencia es que ahora ya se les identifica, se le da un nombre y, en algunos casos, se legisla sobre ellas. El patriarcado que se niega a morir y lastima a muchas mujeres sigue siendo justificado por la sociedad y las autoridades que, en distintas ocasiones, en lugar de brindarles apoyo continúan victimizándolas.
Una de estas formas de agredir es la llamada “violencia vicaria”, término acuñado en 2012 por la psicóloga argentina Sonia Vaccaro que describe la forma en que un hombre violenta a la mujer-madre y usa a los hijos como instrumento del ataque, por lo que se convierte también en una forma de maltrato infantil que perpetúa el patriarcado, y de esta forma sigue imponiendo la actitud machista de control psicológico, emocional y económico sobre la pareja e hijos, con el propósito de dominar y mostrarle a la mujer “cuál es su sitio”. El organismo Amnistía Internacional define el término como “una forma de violencia de género por la cual los hijos e hijas son instrumentalizados como objeto para maltratar y ocasionar dolor a sus madres”. Formas comunes de este maltrato son: hacer amenazas sobre la custodia o bienestar de los hijos, humillar o maltratar a la madre frente a los hijos, ridiculizar, minimizar o humillar a la mujer, entre otras.
Estoy segura de que lo descrito no le es ajeno a nadie. Todos conocemos a alguien que ha sufrido este tipo de agresión, una de las formas más nocivas y vigentes de violencia de género que podemos encontrar, porque hoy por hoy la mujer sigue siendo la cuidadora primaria de los hijos e hijas, en la que recae la responsabilidad de su educación y sostenimiento económico y emocional mientras que los varones muchas veces tienen poca a nula participación e involucramiento en la vida de su familia. A pesar de ser una conducta bastante habitual, pocas veces es denunciada por las víctimas y lo que parece aún más grave es que como sociedad hemos normalizado ésta y otras formas de agresión a pesar del impacto a corto y largo plazo que puedan causar en la vida de las mujeres y sus hijos, y que incluso puede llegar hasta la muerte. Precisamente porque casi no hay denuncias, se dificulta poder establecer una estadística que dé cuenta de la cantidad y gravedad de casos que hay en un país como México, en el que la lucha contra el machismo ha progresado pero al que aún le falta mucho por lograr para proteger los derechos humanos de mujeres, niños y niñas que sufren ante esta situación.
Son pocos los estados de México que ya contemplan la violencia vicaria en su legislación, por lo que se requiere avanzar en todo el país con acciones, programas y leyes que contemplen la protección a la mujer-madre y sus hijos así como una educación con perspectiva de género que deje a las nuevas generaciones libres de estereotipos y paradigmas que históricamente han perjudicado a la mujer.