Sin música, la vida sería un error. La frase es del filósofo menos alemán de los alemanes, Friedrich Nietzsche. En buena medida, esa afirmación valora de manera vital la relevancia de la música. En las antípodas de las ideas, Plantón consideró a la filosofía como la "música más alta". Pero de una u otra manera, se trata del lenguaje más universal. Incluso, hasta en las circunstancias más tristes, la música nos vuelve a conectar con algo más íntimo y profundo, pero al mismo tiempo, compartido en melodías, tonos o cantos. Para no ir más lejos, Bach nos dejó más teología que Tomás de Aquino.
Sus cantatas y fugas nos devuelven la fe. Por lo mismo, es necesario celebrar y reconocer el treinta aniversario de Camerata de Coahuila, como el proyecto cultural más relevante en el estado, por ser en sí mismo, una notable aportación educativa en el sentido amplio de la palabra. Sin duda, hay una antes y un después de aquel 10 de junio de 1994, cuando en el escenario del magnífico Teatro Isauro Martínez, se presentó el primer concierto inaugural. A la batuta del maestro Ramón Shade, floreció un pedazo de Viena en el desierto coahuilense. Lo mismo en Torreón o en Saltillo, e incluso, en alejadas poblaciones ejidales, llegó la Camerata a conmover los sentidos. Es decir, a mover las almas, con ese maravilloso instrumento de la música. Hago una pausa, para reconocer a las personas que, en sus inicios, llevaron un grano de arena con esfuerzo y generosidad, para construir la institución. Treinta años se dice fácil, pero contra viento y marea, la asociación musical prosperó y sobrevivió a varias crisis. A la causa se sumaron el gobierno de Coahuila y Torreón, pero también, empresas y particulares para apoyar a la orquesta. El producto de aquella magnífica unión, sentó las bases de un gran aporte cultural. No obstante, el agreste entorno, surgieron, gracias a las olas de Camerata, escuelas de música, melómanos y jóvenes talentos que hoy destacan, como Raúl Salazar y Sergio Vargas Escoruela.
Me detengo en tres conciertos recientes. La interpretación de la célebre ópera Carmen de Bizet, un concierto de calidad mundial. Pero más aún, al intervenir el coro de niños, escuché en sus inocentes voces, a los que quizás mañana serán los próximos cantantes de ópera en los escenarios del mundo. La música es un arte que siembra esa esperanza.
Como parte del festejo mundial para conmemorar los doscientos años de la Novena Sinfonía de Beethoven, Camerata ofreció preciosos conciertos. A través de la música se hermanaron las voces de la Compañía de Ópera de Saltillo y el Coro del Instituto de Música de Coahuila. Vi gente llorar durante el concierto, e inclusive, un policía municipal, pidió se le permitiera escuchar el concierto. Eso sí, de pie, porque al portar el uniforme, no se le permitía sentarse. Ya fueran sentados o de pie, la Novena nos movió y nos conmovió.
Otro concierto memorable, fue el Mesías de Händel, interpretado en el emblemático barrio de San Joaquín, y su notable templo dedicado a San Juan Bautista, pero que, de manera popular, la raza conoce como "San Juanito". Bajo la dirección de Ethan Eager, quien codirige Camerata, llevó un concierto angelical, acaso, porque la música nos conecta con algo mayor.
Sé que me quedo corto al escribir de Camerata, pero quise escribir un testimonio de gratitud para ese proyecto musical y educativo. Un día de 1996, llegaron los músicos de la Camerata a la Pereyra. Lo recuerdo como si fuera ayer. Explicaron con paciencia la función de los instrumentos y sus diferencias. Luego nos regalaron un espléndido concierto. A partir de entonces, comencé a asistir de manera regular los viernes al Isauro. Pero la música en este caso, no se hace sola, sino intervienen las partes: el conjunto de los músicos profesionales. De igual manera, los patronatos y tantas personas que dejaron huella en la institución. Con acierto y cariño, ahora le toca al Magistrado Miguel Mery Ayup, llevar desde la vicepresidencia, a bien la institución. ¡Enhorabuena por el 30 aniversario!
