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Alta traición

ADRIANA VARGAS

Septiembre, además de ser el mes de las lluvias y los desastres urbanos, es el mes en el que solemos recordar qué nos gusta y qué no nos gusta de México. Es el mes de las fiestas patrias, del grito de Independencia, un pretexto para recordar que los mexicanos nos sabemos divertir y presumir nuestros colores, olores y sabores con fervor, aunque sea por una noche.

En septiembre me gusta recordar el poema de José Emilio Pacheco “Alta traición”: “No amo mi patria. / Su fulgor abstracto es inasible. / Pero (aunque suene mal) / daría la vida / por diez lugares suyos, / ciertas gentes, / puertos, bosques de pinos, fortalezas, / una ciudad deshecha, gris, monstruosa, / varias figuras de su historia, / montañas / (y tres o cuatro ríos)”. 

Se trata de uno de los poemas más emblemáticos del autor de ‘Las batallas en el desierto’, que permanece en el imaginario de nuestro país. Es uno de los textos literarios que reflejan mejor esa idea de amor y desamor que muchas personas sentimos por México.

Precisamente algo que me hace sentir orgullosa de México es su literatura, la obra de autoras y autores que habla de nuestra cultura, nuestra historia y la realidad que muchas veces se pinta de crudeza le ha dado la vuelta al mundo.

Hay quienes han escrito sobre México desde la cárcel y quienes lo han hecho para que nunca se nos olviden los errores de la historia. Han estado ahí, en momentos crudos relatando los sucesos que nos han marcado, José Revueltas, Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, Octavio Paz, Cristina Pacheco, entre otros. 

Y qué decir de las letras coahuilenses, Magdalena Mondragón escribió la gran novela “Yo como pobre”, para mostrarnos el retrato de una dura postal mexicana: la vida en los basureros de la Ciudad de México.

Pero fuera de los “clichés” de las fiestas patrias, la ropa colorida, los huipiles, la venta de banderitas y artículos tricolor, hay cosas de las que nunca sentiremos orgullo.

El septiembre también se cumple un aniversario más de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. Regresar 14 años atrás en la Comarca Lagunera es recordar que sobrevivimos a una de las peores guerras: la guerra contra el narcotráfico, de la cual, aun nos seguimos curando.

Una vez leí al poeta David Huerta (q.e.p.d) cuando era columnista en El Universal, en un artículo sobre las muertas de Juárez dijo que este país no valía la pena si esos hechos continuaban. 

No sólo continuaron, la violencia hacia las mujeres se ha perpetrado en todo el país, al grado de que en promedio cada día son asesinadas entre nueve y diez mujeres. Sin embargo, me quedo con el verso de José Emilio Pacheco: yo también daría la vida por diez lugares de México, ciertas gentes y varias figuras de su historia. X @Lavargasadri

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