Adal Ramones quiere que Un cuento de Navidad se vuelva una tradición
Adal Ramones cumplió 62 años de edad, pero desde hace un mes luce canas, arrugas y un ceño fruncido debido a su personaje del señor "Scrooge" en el musical "Un cuento de Navidad", por lo que está mirada al futuro no le gusta del todo y espera que cuando llegue realmente a esta etapa de su vida no luzca así.
"Mi papá era guapo, aunque murió muy joven y no alcanzó a envejecer, no llegó ni a los 60, pero mis tíos que ya están en los 80 son de buen ver, así que no creo verme así", dice en entrevista.
"La cara de Scrooge es de un hombre amargado, y cuando eres así el rostro se va cayendo, no es que sea tan anciano, aunque esté por los 78 años, pero él está acabado por la amargura de su corazón; así que Dios me libre de verme así, si no algo me haré", bromea Adal.
A pesar del poco tiempo que lleva interpretando este personaje -estrenó el 8 de diciembre y cerrará temporada en el Teatro San Rafael el 7 de enero- Adal ha logrado que su caracterización como el viejo amargado de esta historia se lleve a cabo en alrededor de 40 minutos, donde maquilla su rostro, manos y cabello, por lo que el trabajo se hace entre tres personas.
"Hay varios elementos, las patillas y la peluca, por lo que no puedo hacerme responsable de que no se vayan a caer en plena función, por eso hay un departamento encargado. No hay ningún prostético, todo es luz y sombra", detalla.
Adal explica que su intención con este montaje es que se convierta en un espectáculo que cada año se presente, y para esto Manolo Sánchez Navarro, hijo de Fela Fábregas, ya le propuso que el Teatro San Rafael se puede convertir en la casa de "Un cuento de Navidad" cada invierno.
"Ahorita me están proponiendo proyectos que irían de septiembre a noviembre, pero lo estoy pensando porque, si se puede, yo no quisiera dejar nunca a Scrooge. Si ya se puede, y nos vamos a comprometer con el montaje aquí, vamos a hacerlo una tradición".
Para Ramones, hacer esta temporada en la Ciudad de México y una pequeña gira en Guadalajara y Monterrey fue un sueño hecho realidad, que tardó casi cuatro años en cristalizarse por la pandemia.