De alguna forma somos una especie de fantasmas, porque agolpamos muchos misterios por dentro y aunque hoy nuestra pobreza es una experiencia casi romántica, vemos que el futbol es un objeto privilegiado, pues hay algunos muy acaudalados que aspiran llegar a la sexta corona, esa ya hace tiempo que está en nuestras vitrinas y es claro que la gente interpreta al mundo del modo que lo ve, porque es maravilloso y temible. Tal vez debemos dejar atrás los apagones mentales.
Este domingo 22 se cumplen 28 años del día en que todos fuimos felices, por gracia de Santos Laguna y Alfredo Tena. Esa tarde caliente llegamos a la cancha con el rostro pálido y las manos temblorosas, con alguna sonrisa acaso, para liberar tensiones y sucesos secretos porque el Necaxa de Manuel Lapuente llegaba con Aguinaga, Navarro, Becerril, Higareda, Jara, Esquivel, Vilches, Peláez, Zárate, Azpe, Luis Hernández y la ventaja de un gol.
¿Es también un placer tener su locura, histeria e ilusiones a solas? Ese día, todos fuimos hermanos en un solo deseo y aunque la verdad se distorsiona en contacto con la realidad exterior, la sola idea de ser campeones era como ponerle luz a la oscuridad. Los corazones todos latieron a mil cuando Becerril fauleó a Caballero por izquierda, cerca del banderín de corner. Vino Galindo y con un toque sutil la puso al salto y cabezazo de Paco Gabriel, que dio el 1-0.
José Miguel despejó para Rubio que la puso a Ricardo Wagner que coló por izquierda y luego fue en diagonal, toque con Benjamín y doble pared con Gabriel Caballero que dejó fuera a Vilchis y Becerril, para fusilar a Navarro. 2-0 un golazo. Luego Peláez nos enfrió con un zurdazo de 30 metros que se coló por el ángulo superior derecho y 2-1. Fue como aire sobre velas de esperanza.
Al segundo tiempo Lapuente ingresó al escurridizo Alvarado, que metió centro que Luis Hernández culminó lanzándose de cabeza para el 2-2 Estaba visto que los goles pueden aportar a nuestras vidas una dimensión extra. Faltaba el toque de Galindo que vino con maestría para un pase al frente que Borgetti recentró y Caballero le ganó al cierre de Becerril para fusilar y 3-2.
Ya José Miguel había hecho gran desviada a cabezazo clavado a la derecha de Luis, cuando Adomaitis al minuto 82 enfiló por el centro y cedió a la derecha para Nicolás, que puso la pelota en el lance histórico de Jared con el 4-2 y de ahí todo mundo pedía a Brizio que lo terminara pues cada minuto era como un dardo al corazón de por sí ya agobiado de sufrir y de gozar en un ir y venir que mostraba que la bella afición, fueron mentes que estimulan el caos y la pasión.
Santos, a quien su juego y sus goles le dieron la distinción de quien no sintiéndose superior a nadie, consiguió serlo con esa y otras memorables tardes. Quedó demostrado que debemos abrir los oscuros calabozos del prejuicio y liberaremos los atemorizados presos que llevamos dentro, porque en nuestra mochila emocional hay recargas de pánico, como mieles de victoria. Diría el gran Gabriel García Márquez de ésto: “La vida no es lo que uno vivió, sino lo que uno recuerda y cómo lo recuerda para contarlo”.