El director editorial de Penguin Random House México, Andrés Ramírez. (ENRIQUE CASTRUITA)
Llega minutos antes de las siete de la tarde a Casa Mudéjar. El director editorial de Penguin Random House México, Andrés Ramírez, está acompañado de su familia. Camina entre las sillas colocadas en el patio. Lo aborda un seguidor de su padre y ambos comienzan a hablar sobre las visitas que José Agustín realizó a La Laguna. Luego firma algunos libros. Abril ha sido generoso y la tarde no es tan calurosa, aunque el hijo del autor de La tumba (1964) determina que debe desprenderse de su chaqueta.
La conferencia se titula ‘Literatura, rock y otras rolas. Homenaje a José Agustín’, ha sido organizada por la Secretaría de Cultura de Coahuila, en coordinación con el Instituto Municipal de Cultura y Educación (IMCE). Para acompañar a Andrés Ramírez se ha designado a la poeta Nadia Contreras y a quien escribe este artículo periodístico.
“Andrés, ¿puedo hacerte unas preguntas antes de la charla?”. El editor asiente. Sube las escaleras hasta la planta alta, donde el único techo es el cielo. El inmueble arroja su arquitectura morisca y los últimos rayos del sol en sus muros blancos. Andrés se recarga en un barandal de cristal templado y, antes de que se haga más tarde, como diría el título de una novela de su padre, conversa.
“Pienso que mi padre se enamoró del rock desde muy chiquito, que lo empezó a admirar y a querer cuando estaba empezando, oyendo a Elvis Presley y a Chuck Berry en el radio”.
Andrés comparte que José Agustín solía anotar de chico el hit parade que sonaba en el radio. Su romance con el rock & roll era impresionante. Por eso se podría decir que la aparición del rock y la incursión del autor en la literatura se desarrollaron en paralelo.
“Algo que creo es muy admirable es que nunca dejó de interesarse por esta música. Mucha gente que la consumía desde chicos en algún momento la abandonaron. Él no, al contrario, siempre fue un fan tremendo. Hasta los últimos días todo el tiempo se la pasaba oyendo música, rock y sus canciones favoritas, pero también cosas muy nuevas”.
José Agustín falleció el pasado 16 de enero a la edad de 79 años. Durante la última década tuvo problemas de salud tras una caída que en 2009 sufrió en el Teatro de la Ciudad de Puebla. Su deceso fue lamentado por escritores, artistas y autoridades culturales. Se le rindió un homenaje póstumo el pasado 25 de febrero en el Palacio de Bellas Artes. Su partida aún sigue fresca en sus hijos, quienes lo reviven cada que hablan de su obra, mientras el rock funge como la banda sonora de esos recuerdos.
“Lo que él quería era poner al rock en el mismo lugar que la música clásica y el gran arte”.
Se habla de La nueva música clásica (1968), un libro que Penguin Random House México reeditará y que llegará a las librerías en julio próximo. Se trata de una serie de ensayos que José Agustín realiza sobre las bandas del rock del momento. En su lista aparecen The Beatles, The Rolling Stones, Mother of Invention, Pink Floyd, The Doors, Javier Batiz, Bob Dylan (a quien consideraba su hermano), entre otros.
“Será una edición completa. Es decir, la versión del ‘68 y la versión del ‘85, las dos juntas en un mismo libro. Además trae un texto adicional de mi hermano José Agustín Ramírez, que complementa donde él (mi padre) dejó el libro”.
La nueva música clásica era un libro al que José Agustín tenía sumo cariño, pero que nunca quiso reeditar. Su afortunado título le dio celebridad, grabado en la mayoría de sus lectores, convirtiéndolo en un libro de culto. La versión de 1968 fue publicada en los Cuadernos de la Juventud, del Instituto Nacional de la Juventud Mexicana (INJM), donde René Avilés Fabila fungía como presidente del Consejo Ejecutivo Editorial.
“No lo quiso reeditar, y la segunda versión, la del ‘85, sólo tiene el título, porque ése es otro libro: reescribió todo y lo amplió. El del ‘68 se queda en ese año y el del ‘85 llega hasta esa época (Dire Straits, The Cars, etcétera)”.
Andrés Ramírez considera que el hambre que su padre tenía por la música era insaciable, digna de un melómano de toda cepa con una impresionante colección de discos.
“No tenía límites con eso. En la casa todo el tiempo había música, desde que se despertaba hasta que se iba a dormir. Todo el tiempo había música a todo volumen. Le fascinaba ir a comprar discos. Entonces no había tantos como ahora y tenía que ir a Estados Unidos o viajar fuera del país, porque aquí llegaba poco material”.