Faltan peces gordos
‘Batman’ y el país gótico
Los Yunes: primer pago
No es difícil identificar algunas formas narrativas del garcialunismo (en general, del calderonismo) en las primeras exhibiciones de la garciaharfuchista operación llamada "enjambre": vocación por lo aparatoso (aunque los resultados no lo sean), invocación de trabajos de "inteligencia" supuestamente desarrollados durante largo tiempo y promesas de contundencia "justiciera" en la lucha contra el crimen organizado.
Es de esperarse y de desearse que esas similitudes con lo detonado por Felipe Calderón en Apatzingán, bajo el nombre extraoficial de "guerra contra el narcotráfico", solo sean un necesario punto de partida para una estrategia en la era Sheinbaum que lleve a logros diferentes.
Es también de advertirse que este arranque del primer programa fuerte de deslinde claudista de modelos políticos del obradorismo (podrán seguir los "abrazos" asistenciales, pero ahora sí que está habiendo "balazos" gubernamentales) genera inmediatas especulaciones políticas, pues se ha creado una supersecretaría, a cargo de Omar García Harfuch, que está nucleando intereses y futurismo de ámbitos militares, policiales, mediáticos y empresariales de cara a la elección presidencial de 2030, en pos de la cual ya trabajan varios personajes relevantes de la llamada Cuarta Transformación. El Batman que hoy se construye pretende gobernar el país gótico.
Por lo pronto, el factor Omar García Harfuch (OGH) es sumamente funcional para la presidenta Sheinbaum en relación con las presiones de Donald Trump, quien centra su política de garrote contra México en lo económico (aranceles, renegociación o cancelación del tratado comercial norteamericano), lo migratorio (en busca de que México cargue con el costo y la operación de medidas de contención de flujos migratorios y que reciba de regreso a millones de deportados) y lo relacionado con las drogas, en especial con el fentanilo (bajo amenaza de intervenciones directas en territorio mexicano contra cárteles y capos). García Harfuch es, en este momento, la pieza fortalecida y lucidora (aunque fuera simuladora) que el gobierno mexicano necesita para tratar de contener la calculada ira del ogro político que en enero estará asentado en la Casa Blanca.
La postulación del concepto "enjambre" pretende impulsar la idea de que habrá una batalla contra el crimen organizado como fenómeno sistémico, como una colectividad plena de conexiones y complicidades, aunque en su primer golpe, en el Estado de México, apenas se alcanzó a afectar a unos cuantos jefes policiacos menores y a una alcaldesa también de poco relieve si del gran negocio se está hablando.
El "enjambre" mexicano no está formado solamente de jefes policiacos y ni remotamente solo del nivel hasta ahora alcanzado. Y vaya que en el Estado de México se ha vivido una larga colusión de políticos, comenzando por los gobernadores, con la variante del crimen organizado que es lo electoral y con la expresión cruda de esos entendimientos que es el enriquecimiento de figuras políticas y altos mandos militares y policiacos.
El "enjambre" en el Estado de México, se ha llamado PRI, con apellido Atlacomulco. Y sigue intocado. No solo eso: premiado, reciclado. Eruviel Ávila es 4T por la puerta trasera del PVEM. Enrique Peña Nieto ha sido incluso elogiado desde anterior atril mañanero. Alfredo del Mazo está en espera de algo más que la evidente impunidad, tal vez un cargo diplomático.
A Felipe Calderón se le ha acusado recurrentemente de haber golpeado un avispero en 2006 con su guerra contra el narcotráfico; que no sea 2024 el falso golpeteo a un enjambre sistémico de abejas delictivas con resultados menores, efectistas, para entregar reportes lenitivos al vecino amenazante.
Y, mientras un juez en Veracruz y la acomedida FGR van cumpliendo con los pagos políticos acordados en modo augusto con los Yunes para que con un voto senatorial comprado ¡vaya ironías! se aprobara la reforma judicial, ¡hasta mañana!