Besos

“Échame un vistazo al menos de arriba abajo/ mírame como estoy de cabo a rabo enamorado/ tengo enamorados los ojos/ y tengo la boca enamorada/ y tengo el pie izquierdo enamorado/ y mucho más el pie derecho/ tengo también enamoradas las espumosas ingles/ y el pene conmovido enamorado como los niños de sus maestras/ y los testículos al borde de las lágrimas de puro enamorados/ tengo las manos pesadamente enamoradas/ tengo enamorado el pecho combatiente/ tengo con delirio enamorada la saliva/ tengo la vieja cabeza altanera perdidamente enamorada/ y enamoradas como vírgenes ridículas todas las ideas/ y todas mis palabras enamoradas hasta la tartamudez. Y tengo enamorada la memoria/ y enamorada hasta la abyección la imaginación/ tengo el día y la noche enamorados/ tengo enamorada cada hora con una herida roja y un sexo violeta…”, y ya no sigo, prefiero dejarlos con la tentación de leer completa esta poesía de Tomás Segovia que dedico a los enamorados de nuevo ingreso, para que sepan a lo que se exponen.

Para que quienes ya hemos estado ahí, recordar que no hay deporte más extremo que el amor con su complejísima trama de laberintos, casualidades y leyes secretas. Paraíso y expulsión, besos y lágrimas, celos y recelos, carnaval y cuaresma, amargas discusiones, nuevos comienzos ¡Dios!, que trama de complejidades. Pero… y lo amado ¿quién nos lo quita? ¿Qué posibilidades hay para la humanidad en un mundo sin esa poderosísima fuente de energía capaz de revivir a Blanca Nieves, a la Bella Durmiente y tantos hombres y mujeres a quienes el poder de un beso ha vuelto a la vida?

Un beso puede ser una coma, una interrogante o una exclamación; no hay que confundirlos. Hay besos furtivos, robados, prohibidos y de alta tensión. Besos tristes de despedida, y los memorables de “cierra la puerta con llave”… cuyo recuerdo aún me provoca nostalgia.

Besar es un delicioso paso al amor, aunque suele suceder que uno no encuentre los labios que quiere besar. Otras veces los labios que uno quiere besar no están libres. Hay ocasiones también en que la persona a la que nos gustaría besar está tosiendo y moqueando. Ya lo sufrimos cuando la pandemia se nos echó encima con la prohibición de besarnos. ¿Relámpago?, ¿lluvia de estrellas? Creo que dependería del besador y de la clase de beso.

Mis preferidos son los besos en la nuca, pero para que usted se sirva, le ofrezco aquí pacientísimo lector, lectora, un breve menú: besos sociales; en las mejillas y sin pasión. Con la boca cerrada y presionando los labios de la pareja, son besos prudentes e ideales para una relación que comienza. De lado, para favorecer el contacto entre los labios y que se puedan introducir las lenguas, pueden ser el inicio un encuentro pasional.

Los besos juguetones se mordisquean y se acarician con la lengua. En los de película una de las dos personas echa la cabeza hacia atrás y el otro lo sujeta por el mentón para besar. Besos prudentes: con la boca cerrada se presionan los labios de la pareja; ideales para comenzar o terminar una relación. El beso broche es en el que una de las dos personas contiene con sus labios los labios del otro. El risueño es cuando uno de los dos deposita sobre los labios del otro muchos pequeños besos, recorriendo la boca y las comisuras.

El sin reloj es para olvidarse del tiempo y concentrarse solamente en las caricias de la pareja. En el beso francés tan de moda, las dos lenguas interactúan y se devoran el uno al otro. Me encantan Las cuatro estaciones, de Vivaldi, el chocolate, la intensidad en los dibujos de Lucien Freud, el tequila, El amor en los tiempos del cólera… pero nada como los besos, esa llama roja del erotismo que enciende el amor. Sólo se me ocurre una cosa que pueda privarme de los besos apasionados: la vida real.