Son personas bondadosas. Quieren aumentar las pensiones de los maestros y ampliar diversos derechos sociales. En contraste con esos neoliberales que recortaron de forma inmoral el gasto público. ¿Odiaban al pueblo?
No lo sé, pero ellos tenían enfrente una deuda impagable producto de años de estatismo. En 1982 el déficit público, la diferencia entre ingresos y gastos del gobierno, fue de 15.1 por ciento del PIB. Por más recortes que se hicieron en los inicios del gobierno de De la Madrid, para 1987 llegó a 13.4 y el servicio de la deuda costó 16.7 por ciento del PIB. Con alta inflación, servir la deuda es muy caro por los altos intereses reales y nominales.
Para quienes lo vivimos como meros ciudadanos estrujados por el apretón fiscal, queda distante el recuerdo de cómo parecía que el país se iba por la borda. Para quienes tenían la responsabilidad de decidir en dónde recortar, los dilemas prácticos y éticos eran inmediatos. Algunos elementales, aunque complicados políticamente, como vender la acerera Lázaro Cárdenas en 1991, una máquina de perder dinero. Otros muy dolorosos, como disminuir el gasto en educación o en salud.
¿Por qué no se les cargó la crisis a los banqueros que nos prestaron dinero? Primero porque voluntariamente pedimos prestado, pero más porque hubiera sido profundizar la crisis. Afectando a los más pobres. El gobierno peruano encabezado por Alan García se enfrentó a los banqueros y decidió dejar de pagar el servicio de la deuda: la hiperinflación y sus consecuencias fueron aún más costosas que la ruta mexicana.
Para colmo, esos neoliberales que llegaron a estabilizar las finanzas públicas, por sus pleitos internos de cara a la sucesión de 1994 y sus errores de fondo, como mantener a toda costa un tipo de cambio fijo, llevaron a la devaluación del peso el 20 de diciembre. La crisis cambiaria y la quiebra de los bancos llevaron nuevamente a las finanzas públicas al abismo.
Para salir del nuevo hoyo había que mostrar a a los acreedores una trayectoria sostenible del gasto público. De ahí reformas como la de pensiones del IMSS de 1997. Sin ellas, hubiera tomado mucho más tiempo salir de la crisis.
Cuando el futuro del balance fiscal es creíble, se genera un círculo virtuoso: las menores tasas de interés llevan a un menor servicio de la deuda, y el déficit público cae rápidamente. El gobierno de Fox arrancó con una deuda pública de 19 por ciento respecto del PIB y un déficit fiscal de 0.6 por ciento. Pero gastar más de lo que se tiene es siempre políticamente rentable. La deuda en el 2018 ya había subido a 44.8 por ciento del PIB.
En la medida que olvidamos las crisis pasadas, nos vamos volviendo más relajados. Ningún Presidente en este siglo ha cerrado su sexenio con tanta generosidad como AMLO, con un déficit público estimado de 5.9 por ciento del PIB. Ayuda a ganar elecciones, ya lo vimos. Hereda promesas de gasto impagables con los ingresos públicos actuales. Lo veremos.
La futura Presidenta quiere mostrar su amor al pueblo con la aprobación en septiembre de varias reformas constitucionales. No me refiero a la evidente incertidumbre que ha generado la reforma al Poder Judicial, la puerta a la más profunda concentración de poder de nuestra historia, sino a las generosas, las que salen directamente del erario.
¿Cuánto va a costar revertir el sistema de pensiones del ISSSTE? No han dado datos. Pero será muy oneroso. Esta necesidad de recursos no se verá plenamente reflejada en el presupuesto inmediatamente. Pero irá creciendo, y cada vez más rápido.
Con esta tendencia, se entrará aceleradamente en un círculo vicioso porque las tasas de interés subirán y el servicio de la deuda se irá comiendo una proporción cada vez más alta del gasto público; hasta ser exponencial. Ser tan bondadosas y buenas personas terminará saliendo muy caro, sobre todo para los más pobres.
@carloseliozndom
ÁTICO
Gastar más de lo que se tiene es siempre políticamente rentable. Pero comienza un círculo vicioso que sale muy caro.
