En ocasiones después de que facilitamos alguna plática a diversos auditorios que acuden a escucharnos sobre temas ambientales, nos preguntan que podrían hacer para contribuir en resolver los problemas que enfrentamos en nuestra región, la respuesta que hemos dado se centra en dos palabras: información y ciudadanía.
Todos opinamos sobre lo que sucede: si el aire atmosférico que respiramos diariamente está o no contaminado, si se está acabando el agua que disponemos o está contaminada, si la flora y fauna silvestre está amenazada, etc. Pero no todos tenemos conocimiento sobre estos hechos y, en algunas ocasiones, terminamos repitiendo lo que escuchamos de otras personas sin saber, como decimos coloquialmente, a ciencia cierta, que tales opiniones son verídicas o verosímiles. De ahí la importancia de estar informados, es parte de nuestra cultura hacerlo.
Los temas que mencionamos no son problemáticas que solo se circunscriben a nuestra vida privada, prácticamente refieren a hechos que forman parte de nuestro entorno, del ambiente que, en muchos de los casos ya no es natural, sino alterado por las actividades económicas o domésticas que realizamos, son ambientes o ecosistemas antropizados, alterados por nosotros, quienes habitamos en esta región.
Esta alteración de los sistemas naturales provoca impactos en la forma en que vivimos, en muchos de los casos nos afectan, nos privan de un ambiente sano, del acceso al agua en cantidad y calidad suficiente para satisfacer nuestras necesidades cotidianas, de respirar aire limpio, de acceder a paisajes naturales donde aún coexistimos con plantas y animales nativos, nos privan de lo que hoy en día se menciona como derechos necesarios para aspirar a una mejor calidad de vida.
Como ciudadanos debemos aspirar a vivir en un ambiente sano y, por tanto, no podemos soslayar lo que ocurre. Estos temas son asuntos que van más allá de nuestra vida privada, que tienen que ver con la vida pública de quienes residimos en La Comarca Lagunera, de ahí que debemos considerar involucrarnos para evitar ocurran o resolverlos cuando ya están presentes.
La contaminación del aire es provocada por actividades económicas, por empresas que realizan procesos productivos que desechan o expulsan al ambiente substancias o partículas tóxicas que afectan nuestra salud, o la contaminación del agua del subsuelo con la que abastecemos nuestras viviendas también ha sido contaminada por quienes sobreexplotan los acuíferos donde se almacena. En ambos casos, estamos ante quienes no respetan las regulaciones que ponen límites a esas actividades, provocando desequilibrios ecológicos y daños en la salud de las personas, lo que se ha llamado externalidades.
Estos problemas, son pues, temas de una agenda pública, que involucra tanto a los que originan dichas alteraciones en el ambiente, a quienes deben regular las actividades de los que las provocan y, desde luego, a quienes nos afectan. En la medida que rebasan el espacio de la vida privada, debemos participar como ciudadanos, ejercer nuestra ciudadanía, en la búsqueda de soluciones que eviten o reduzcan las afectaciones.
Ejercer la ciudadanía implica expresarse, manifestarse, hacer uso de los instrumentos legales que nos proporciona el marco normativo que nos rige, aunque esto implique incomodar a los que provocan las externalidades o a los que la legislación obliga a regular las actividades donde estas se originan. Ejercer la ciudadanía también implica, además de informarse, tener un sentido de pertenencia del lugar donde residimos, sentirnos parte de los lugares donde se ha contaminado el aire, el agua, los suelos, o afectado los ecosistemas naturales con la vida silvestre que alberga, identificarnos con ellos, construir una identidad con nuestro terruño.
La identidad va más allá de una situación circunstancial como ser fan y defender un equipo que practica un deporte. La identidad tiene que ver con la historia que compartimos como pobladores de esta región, con las experiencias acumuladas en el transcurso del tiempo en que se construyó esa historia, con los valores creados en torno a ellas, con la forma en que nos veamos entre nosotros mismos y con el entorno natural que nos cobija.
Entre nosotros y desde fuera de esta región, se nos identifica como laguneros, pero esa identidad no es solo nominal, somos laguneros porque vivimos en una región donde existieron en el pasado lagunas naturales, lagunas que desecamos, al igual que los ríos que fluían por nuestros cañones y planicies. Si se nos denomina o nos denominamos como laguneros, nuestra identidad debe asociarse a esos ríos y lagunas, a los cuales, en lo posible, debemos recuperar para sentir y creer en esa pertenencia y con ello recuperar la identidad como habitantes de esta región.