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Colonialismo y lenguaje

a discusión que en el verano de 1952 dividió a buena parte de los intelectuales en el mundo tenía como trasfondo el descubrimiento de campos de trabajo forzado en la Unión Soviética, hecho ante el que Sartre y Camus reaccionaron de distinta manera.

Colonialismo y lenguaje

Colonialismo y lenguaje

VICENTE ALFONSO

La palabra, tanto oral como escrita, es una de las principales armas de colonización. “Todo idioma es una forma de pensar”, sostiene en Piel negra, máscaras blancas el escritor originario de Martinica Frantz Fanon. Publicado en 1952, el libro añade que hablar “es emplear determinada sintaxis, poseer la morfología de tal o cual idioma, pero es, sobre todo, asumir una cultura, soportar el peso de una civilización”. “No vengo armado de verdades decisivas”, declara en la primera página, cuya prosa está caracterizada por un intenso lirismo que hace uso de procedimientos poéticos como cesuras, metáforas y repeticiones, herramientas que parecieran alejar el texto de la prosa seca y directa presente en ciertos postulados teóricos.

No se trata de un material estéril, sino de un territorio en disputa. Puesto que así es, Fanon dedica el primer capítulo al lenguaje, donde expresa: “Un hombre que posee el lenguaje posee por consecuencia el mundo que expresa e implica ese lenguaje”. En este punto, el autor explica con detalle en qué consiste el petit nègre, que no es otra cosa que una versión simplificada y aproximativa del francés que solía utilizarse con personajes de color en prácticamente todos los ámbitos de la época, pues se consideraba a las personas negras “primitivas” y que los idiomas de África subsahariana eran simples. De esta manera, un blanco que se dirige a un negro en petit nègre se instala lingüísticamente en un plano superior, “como un adulto lo haría frente a un chiquillo”.

También en 1952 inicia otra polémica entre dos escritores: Jean Paul Sartre y Albert Camus, quienes hasta entonces eran amigos. Se trata de una confrontación “con un formidable despliegue, por ambas partes, de buena retórica, desplantes teatrales, golpes bajos, fintas y zarpazos, y una abundancia de ideas que producía vértigo”, escribiría Mario Vargas Llosa casi treinta años después, cuando era ya un escritor de renombre internacional y las réplicas de aquel terremoto le habían alcanzado. Sus artículos al respecto fueron publicados en 1981 con el título Entre Sartre y Camus, bajo el sello de Ediciones Huracán.

La discusión que en el verano de 1952 dividió a buena parte de los intelectuales en el mundo tenía como trasfondo el descubrimiento de campos de trabajo forzado en la Unión Soviética, hecho ante el que Sartre y Camus reaccionaron de distinta manera: ninguno de los dos se definía a sí mismo como conservador, ni se decía satisfecho de la sociedad en que vivía. “Los dos se llamaban socialistas, aunque ninguno estaba inscrito en un partido y aunque la palabra significara algo distinto para cada cual”, recordaría el autor de Conversación en La Catedral.

Para Sartre, los crímenes cometidos por las autoridades de la URSS eran condenables, sin duda, pero se trataba en última instancia de una atrocidad menor a la cometida por quienes condenan a otros hombres a vender su fuerza de trabajo mientras ellos monopolizan la cultura, la libertad y el ocio. Para el autor de La Náusea, aún con sus defectos, el socialismo marxista representa una mejor opción que el capitalismo. Para Camus, por el contrario, el hecho de que el marxismo haya recurrido al crimen y al terror para silenciar a sus opositores, lo descalifica y lo confunde con quienes, en la trinchera opuesta, “reprimen, explotan y mantienen estructuras económicas intolerables”.

Las razones de la Historia, dice Vargas Llosa parafraseando a Camus, son siempre las de la eficacia, la acción y la razón. Pero, argumenta el novelista peruano, “el hombre es eso y algo más: contemplación, sinrazón, pasión. Las utopías revolucionarias han causado tanto sufrimiento porque lo olvidaron y, por eso, hay que combatir contra ellas cuando, como ha ocurrido con el socialismo, los medios de que se valen empiezan a corromper los fines hermosos para los que nacieron”.

Como se sabe, los argumentos de cada bando habrían de ser replicados, casi veinte años más tarde, durante la polémica generada tras el llamado “Caso Padilla”, discusión que causó un cisma irreparable entre los escritores del Boom Latinoamericano.

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