El lagunero Juan Manuel Ibarra, mostró buenas hechuras con la muleta, pero falló con el acero, dejando ir los premios, ayer en la romántica Plaza de Toros Alberto Balderas de Ciudad Lerdo, en la primera fiesta taurina del 2024, con buena asistencia de aficionados. (Fotos de Ramón Sotomayor Covarrubias)
Lázaro Rodríguez y el debutante Vladimir Díaz, fueron los triunfadores ayer en la tradicional Novillada de Año Nuevo, celebrada en la romántica Plaza de Toros Alberto Balderas de Ciudad Lerdo, que registró una buena entrada de aficionados.
Tanto el espigado aspirante a matador de toros oriundo de Cadereyta, Nuevo León, como el michoacano Díaz, que realizaba su presentación en traje de luces, cortaron una oreja cada uno. Para efectos de obtener un ganador del capote de paseo, obra del juez de plaza, José Luis Orozco, Vladimir lo obtuvo y lo recibió de manos del matador de toros en retiro, Jorge Mata, de la empresa Pasión por el Toro.
La ganadería fue de Campo Grande fundada en 1979, con divisa en color morado, rojo y oro, con ejemplares que mostraron bravura, con excepción del primero, que prometía en el tercio inicial, pero finalmente se rajó.
JESÚS "JESUSÍN" TORRES, GRANA Y ORO
El regiomontano, fue el primero en su actuación por orden de antigüedad. Con apuros de rodillas en los medios, recibió a "Buen Año", con 380 kilos de peso, marcado con el número 73, un ejemplar cárdeno obscuro, meano y cornidelantero.
Tras varios capotazos de tanteo por el oriundo de la Sultana del Norte, prometía en el primer tercio, pero vino a menos. Fue descarado, rajado, falto de bravura y luego del castigo con las varas puestas de manera excelsa por Héctor Eduardo Delgado, rehuyó al encuentro con la muleta.
"Jesusín" fue voluntarioso, persiguió a su enemigo por todo el ruedo. Buscó llevarlo a los medios, pero el animal siempre buscó las tablas, por lo que el de Monterrey, no hilvanó tandas. Mata al segundo intento luego de un pinchazo hondo y saludó al tercio.
LÁZARO RODRÍGUEZ, PLOMO Y ORO
El espigado novillero de Cadereyta, Nuevo León, enfrentó a "Don Teko", de 375 kilos y herrado con el 62. Paliabierto, berrendo, calcetero y careto. Demostró bravura y humilló al embestir.
Bien se mostró con el capote y antes de cambiar el tercio, lo remata bien en los medios. De nueva cuenta, Héctor Eduardo Delgado luce con las banderillas, siendo reconocida su labor por los asistentes en el tendido.
Lázaro labra péndulos en los medios con la muleta, para luego lucir con una tanda de derechazos de rodillas también en el centro del ruedo, para luego ir por naturales, con la misma tónica, transmitiendo técnica y emoción.
Falla con la espada al primer intento al pinchar, pero fulmina al astado en el segundo con la espada desprendida. El juez no otorga el apéndice, pero por petición del público se lleva la primera de la tarde templada, que con la puesta de sol, refresca en todos sentidos.
JUAN MANUEL IBARRA, TORREÓN, OBISPO Y ORO
El lagunero, sobrino de "Joseli", enfrenta a "Próspero", de 387 kilogramos y con el número 33.
Cárdeno obscuro, bragado y cornivuelto con mucha fuerza, que luego de varios capotazos, derriba en su encuentro al picador, que se lleva un gran susto, al caer el caballo cerca de su humanidad.
Con el cobijo de sus paisanos, se anima a poner las banderillas, un par de ellas cortas, sin suerte en el encuentro, pero con mucho pundonor, que le agradecen con carretada de aplausos. Logra conectar con la muleta luego de brindar la faena a Jorge Mata por la oportunidad recibida.
Se puso recio con el acero y luego de varios pinchazos, uno de ellos profundo, la res cede. A petición del respetable, da la vuelta al ruedo, llevándose el cariño de los laguneros.
VLADIMIR DÍAZ, REY Y AZABACHE
El de Morelia en su debut vestido de luces, le toca "Odiseo", de 376 kilogramos y marcado con el número 69, un negro zaino, cornidelantero. Con mucho pundonor, realiza un par de "tlaxcaltecas", obra del gran maestro Rodolfo Rodríguez "El Pana", quien en el mismo coso, años atrás, tuviera su última actuación.
Luego lució con vistosas chicuelinas en los medios, para luego clavar las varas de castigo al violín, transmitiendo emotividad tanto en sombra como en sol, ya con la luz artificial, ante el joven aspirante a matador de toros.
Con la muleta, recibe al novillo con un largo péndulo, para luego aplicar molinetes. Fue por naturales, alcanzando buenas tandas y dándose tiempo para aplicar el pase del desdén, al mismo tiempo de quitarse las zapatillas.
A la hora de matar, le gana la emoción y se desprende de la muleta. Falla y además es volcado por el animal. Luego, pone el acero en tres cuartos y también es golpeado, pero no logra tener efectos mortíferos. Vuelve a usar el acero, para hundirlo hasta la empuñadura. El juez no otorga el apéndice, pero por fuerte petición del respetable, le otorgó el trofeo, para compartir el triunfo con Lázaro.