En semanas anteriores leí la novela histórica de Marisol Martín del Campo, historiadora novel, que hace una narración absorbente sobre el amor de Malinalli con Hernán Cortés -la injustamente juzgada Malinche-; la historia transcurre en el entorno de la conquista de México. Buen tema, para recordar el "Día de la Raza".
Ahora, con la renovada promesa de dar verdadera atención a los indígenas, volvamos a tomar el diálogo sobre la conquista y la fusión de las culturas indígena y española; también es importante recordar las aportaciones que ambas hicieron para conformar nuestra existencia como mexicanos.
De las indígenas poco nos ilustran y ese sería un buen objetivo de la nueva administración federal.
Desde luego que hubo brutalidad extrema de los invasores, aprovechándose de la respuesta limitada de los indígenas, influidos por el pensamiento mágico. De otra manera… ¿la historia habría sido muy diferente?
Leyendo y contemporizando lo escrito por Marisol, confirmamos que es poco que hemos avanzado en cuestiones de humanismo, a pesar de los siglos transcurridos; bástenos recordar el magnicidio que Israel comete impunemente contra Palestina y Líbano o la guerra inequitativa entre ucranianos y rusos; ambos casos demuestran la supremacía del interés material y el abuso del poder del dinero. Muestran la insensibilidad de sus poseedores, que lo anteponen a la vida y dignidad humana.
Estaremos errados si únicamente aceptamos lo aprendido en la historia oficial sobre las circunstancias en que se dio la conquista y Marisol nos deleita -y enseña- usos y costumbres de los aztecas y pueblos aledaños, hasta entonces dominantes y también abusivos.
En el citado libro, hay escenas donde nos describe la magnificencia de la Gran Tenochtitlán y la inteligente relación que vivían con los pueblos aliados; las obras arquitectónicas que lograron construir sobre agua, con canales organizados para el tránsito en la gran ciudad, despertando admiración; los intercambios comerciales al interior y exterior de la urbe, utilizando chinampas, fueron muestras del urbanismo, ingeniería y civilidad.
Teotihuacan -que ha sido comparada a las pirámides egipcias-, Tula, Xochicalco y otras ciudades, quedaron como aporte cultural/arquitectónico del indígena para el mundo.
Tal fue la impresión de los conquistadores al observar la magnificencia; ellos temían por su vida, al dimensionar el desarrollo urbano que no se disfrutaban en la Europa de entonces. Ignorantes, criticaban al indio por defecar "dentro de las viviendas", al desconocer los servicios sanitarios con los que ya contaba la gran Tenochtitlán.
No dejemos de lado la dulzura del náhuatl, lengua que además de ser sobradamente descriptiva, contenía conceptos y palabras que enriquecían al español; como ejemplos: cacao, tomate, aguacate, cacahuete, ocelote, etc.
Cierto que los conquistadores también aportaron alcances de su cultura: el uso de herramientas metálicas en la agricultura; el transporte animal, incluido el de arrastre; el aprovechamiento de la rueda y más. En alimentación: enriquecieron la dieta con proteínas de las carnes rojas, utensilios y formas de guisar y cocer.
La religión es un tema importantísimo, que requiere otro espacio.
Las exquisiteces de recetas con insectos, condimentos, bebidas o como el chocolate: aportaciones indígenas.
Sobresale la pulcritud del indígena: influyeron en usos y costumbres de los europeos de aquellos tiempos, utilizando vestuarios ligeros para permitir la mejor transpiración del cuerpo y uso de afeites desconocidos por los conquistadores; los ibéricos -por temor- pasaban semanas sin despojarse de petos y cascos a pesar de la sudoración y grasas acumuladas, despidiendo olores desagradables.
Sobre medicina, podríamos llenar muchas páginas: la herbolaria era tan extensa que a los sacerdotes misioneros les llevó mucho tiempo analizar y comprender; los conocimientos de anatomía y fisiología eran igualmente superiores. Gary Jennings, autor de varios textos -Azteca, por ejemplo- describe los conocimientos y aplicaciones curativas de los sanadores, aunque debo advertirle que tal autor me parece atrevido, fantasioso y abusivo del poder de su pluma, al incluir datos distorsionados en sus novelas. Recomiendo "Historia de la Medicina", Manuel Barquín.
No olvidemos a la ciencia: los Mayas utilizaban el cero teniendo conteos más exactos; conocían la bóveda celeste y sabían prevenir estaciones de frío y lluvias, favoreciendo la agricultura y otras labores productivas.
De arte pictórico, música y letra escrita, también dieron ricas aportaciones al conquistador, enriqueciendo su cultura y los españoles aprovecharon los instrumentos indígenas en sus melodías. Recordemos el Popol Vuh.
Todo ello sumó en lo que sería nuestra construcción como mexicanos, tanto en lo psicológico como lo social y hasta fisiológico.
No pretendo provocar encono en la evaluación de nuestros orígenes. España, nos dio muchísimos elementos para mejorar.
Lo cierto es que la fusión de ambas culturas dio origen a los mexicanos, quienes debemos entender y reconocer que es de gran orgullo nuestra composición genética, ahora ampliamente diversificada.
Innegable: la fusión resultante constituye nuestro DNA.
Pensé sería buen tema para dialogar y romper con radicalismos infundados. ¿Qué piensa?