¿De dónde viene la leyenda del diablo de Tlahualilo que causaba sismos al columpiarse?

Hace muchos años, tantos que ni siquiera es posible saber cuándo, en Tlahualilo, municipio del estado de Durango, sucedió un fenómeno que estremeció a todos los lugareños. 

Cuenta la leyenda que en aquel lugar hubo un sismo que estuvo acompañado por inquietantes rugidos que provenían del fondo de la Tierra. 

Quienes vivían ahí, aterrorizados y preocupados, trataban de buscarle una explicación a aquel terremoto que había ocurrido en una tierra que no era sísmica, acudieron al hombre más viejo y sabio del pueblo. 

El viejo, asustado y después de un largo rato de meditar su respuesta, dijo: “Es el Diablo, que quiere apoderarse de todos nosotros y se ha columpiado, colgado de su cola, desde la cima de la Sierra de la Campana hasta la Mesa de San Juan. Esa es la causa de los ruidos y del temblor”. 

Todos en el pueblo se quedaron mudos ante la respuesta del viejo y se preguntaban si es que había alguna forma en la que fuera posible combatir al diablo. 

Hasta que llegaron a la conclusión de que la mejor manera en que podían hacerlo era a través de la fe, como buenos cristianos. 

Colocaron encima de la  Sierra de la Campana y de la Mesa de San Juan, y a la mitad de los poblados Rosas y Campana, unas enormes cruces que podían verse desde varios kilómetros a la distancia, confiando en que cuando el Diablo se columpiara de su cola tropezara con alguna de estas cruces. 

Sin embargo, el sismo acompañado de estas macabras risas continuó repitiéndose, por lo que los pobladores organizaban peregrinaciones a los cerros con danzas y rosarios, pidiéndole a Dios misericordia. 

Incluso los más valientes se quedaban a velar durante las noches con la esperanza de ser testigos del día que el Diablo se cansara de columpiarse y cayera para no volver a levantarse. 

Finalmente, un día, cerca del poblado de Barcelona, ocurrió un hundimiento de tierra que dejó un cráter como de 150 metros, que dejó tras de sí una nube de polvo con un intenso olor a azufre. El Diablo se había caído luego de enredarse con su misma cola.

Desde aquel entonces cesaron los sismos y las peregrinaciones se convirtieron en una forma de celebrar que el diablo se había enredado con su misma cola y caído.

Esta leyenda fue recopilada por Carlos Rubio Martínez, y apareció publicada en el libro Habla el Desierto, Leyendas de La Laguna, editado y publicado por El Siglo de Torreón en el año de 1997.