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De Política y Cosas Peores

ARMANDO CAMORRA

Los lunes, dicen, ni las gallinas ponen. He aquí un cuento triste como para decirlo en lunes... El camaroncito lloraba desconsoladamente. Le preguntó un camarón adulto: “¿Por qué lloras?”. Respondió entre sus lágrimas el camaroncito: “Es que mi papi fue a un coctel y no ha regresado”... El presidente (con minúscula) López Obrador llegó en su trato con Trump a extremos de sumisión que a muchos mexicanos nos avergonzaron. Ahora ese hombre deslenguado, ofensivo, mentiroso, injuriador (hablo de Trump) se jacta de haber hecho y deshecho con Ebrard, el personero de AMLO, y de haber obtenido del gobierno mexicano todo lo que a su representante le exigió con malos modos.

Por su parte López no tiene sino expresiones melosas para el insolente magnate norteamericano, que en buena parte finca su campaña en atacar a México y a los mexicanos. De nada sirve que nuestro país sea el principal socio comercial de los Estados Unidos. 

El poderoso vecino sigue viéndonos como su patio trasero. Desgraciadamente dependemos de él hasta para comer, y nada podemos urdir a fin de arrancar a políticos como Trump respeto y cortesía. Los mandatarios mexicanos del tiempo de la Guerra Fría contaban con el fantasmón del comunismo.

Los yanquis temían que tratar mal a México lo inclinara hacia la URSS, y se cuidaban de enemistarse con nosotros. Ahora ya no existe ese recurso. Pero está China. 

No entiendo mucho de política internacional -y no me explico nada de la política nacional-, pero me atrevo a pensar que si estrechamos nuestros lazos comerciales con esa nación de Oriente, que emerge como amenazante rival económico de Estados Unidos, podremos obtener una mejor consideración de nuestro incómodo vecino. Mientras tanto, y después de los nuevos insultos del boquiflojo, majadero y baladrón Trump, hemos de decir lo mismo que Rodney Dangerfield, aquel excelente comediante norteamericano: “I get no respect”. 

El líder sindical anunció a sus agremiados: “Compañeros: hemos logrado una nueva conquista en el contrato colectivo. De hoy en adelante sólo vamos a trabajar los martes”. De la asamblea surgió, unánime, un coro de protesta: “¡¿Todos los martes?!”.... Los caníbales se comieron a una monjita.

No les gustó: dijeron que sabía a madre... El recién casado no pudo abrir su maleta en la suite nupcial del hotel, pues se había trabado el cierre. Tendría que romperlo. Fue a la administración y pidió un taladro. “Pruebe primero con un lubricante, joven” -le aconsejó el empleado. (No le entendí). La señora tuvo el antojo de comprarse una lorita, y fue a una tienda de mascotas. El dueño le mostró una periquita muy graciosa, de rojo copete, plumaje tornasolado y ojos vivos. “Esta cotorrita -le dijopertenece a una variedad sumamente rara: es la única ave conocida que pone huevos cuadrados”.

La señora, encantada con la cotorrita y atraída por su rareza, manifestó su deseo de comprarla. “Una cosa debo advertirle, señora -le previno con gran honestidad el vendedor. La periquita sólo sabe palabras de grueso calibre: al hablar no dice más que maldiciones”. “No importa responde la compradora-. Eso me gusta más aún”.

Llevó a su casa, pues, a la cotorra. Pero pasó una semana, y dos y tres pasaron, y la perica no hablaba, no decía nada. Tomó el teléfono la señora y llamó al de la tienda. “Oiga -le reclamó-. Usted me dijo que la periquita sabe decir maldiciones, y hasta ahora no ha dicho ni una sola”. Contestó el tipo: “¿Recuerda que le dije que la lorita pone huevos cuadrados?”. “Sí, me acuerdo” respondió la señora. “Entonces sólo hay que esperar le indicó el hombre-. Las maldiciones las dice cada vez que pone uno”... FIN.

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