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De política y cosas peores

ARMANDO CAMORRA

Aquellos casados estaban a punto de divorciarse a causa de sus continuas desavenencias. La esposa le sugirió al marido: “Si tuviéramos un hijo quizá se salvaría nuestro matrimonio”. Al señor le sorprendió esa sugerencia. Respondió extrañado: “Ya tenemos seis hijos”. “Sí -replicó la mujer-. Pero yo digo uno tuyo”. En la suite nupcial había dos letreros con la inscripción: “¡Felicidades!”. Uno estaba en la cabecera de la cama para que lo viera el novio.

El otro se hallaba en el techo para que lo viera la novia. Babalucas le pidió por enésima ocasión a Flordelisia que le ofrendara la gala de su nunca tangida doncellez. Le contestó ella, enojada: “¿Cuántas veces te he dicho que no?”. “Perdóname -dijo el badulaque-. No pensé que debía llevar la cuenta”. Comentó un junior: “Mi padre me ofreció 50 mil pesos al mes si dejo mis malos hábitos. Pero si dejo mis malos hábitos ¿pa’ qué chingaos quiero 50 mil pesos al mes?”. Susiflor le preguntó a su amiga Rosibel: “¿A qué hora te acuestas?”. Contestó ella: “A las 10 de la noche, para estar en mi casa antes de las 12”. Incluso los más bajunos aduladores de AMLO deben admitir, siquiera sea en su fuero interno, que la reforma judicial es una aberración. 

No la propuso López Obrador con el deseo sincero de mejorar la impartición de la justicia, sino para dar puñalada de pícaro a una institución que más de una vez puso límite a sus desatentadas pretensiones, y cobrar venganza así de las ministras y ministros que se le opusieron. Desde luego en tratándose de cuestiones jurídicas el cacique de la 4T no conoce la o por lo redondo. Ignora entonces los nocivos efectos que traerá consigo su irracional propuesta de que los integrantes de la judicatura sean electos por voto popular. Pero al hombre que mandó al diablo las instituciones no se le puede ir con el cuento de que la ley es la ley. Por eso su gobierno ha sido de continuas ilegalidades y de absoluto desprecio del orden constitucional. Por eso no dio oídos a las voces de quienes cuestionaban la torpe iniciativa y le pedían ser escuchados antes de que se aprobara al vapor, como se hizo, la inconsulta reforma. Así, el Poder Judicial fue ya anulado, y con ello se anuló también el sistema de frenos y contrapesos en que se finca todo sistema democrático. No será exageración decir que los mexicanos vivimos ya bajo una dictadura peor que aquella que durante siete décadas ejerció el partido llamado de la Revolución. En tiempos de ese PRI la corrupción consistía en el robo de dineros.

La corrupción actual es inmensamente mayor, pues López se ha robado a México. Nuestro país pertenece ahora a un solo individuo, el autócrata que concentra en su persona todos los poderes. Hemos caído en un despotismo no ilustrado, en una satrapía a cuyo frente se halla un demagogo que perpetuará su dominio a través de quien lo sucederá, y que empieza a preparar la entrega de la nación a su hijo. Pobre país el nuestro.

Los morenistas le quitaron la esperanza de una verdadera justicia, una más plena democracia, y una menos amenazada libertad. Tiempos aciagos estamos viviendo, y viviremos otros más oscuros aún. No permitamos sin embargo, que nos abatan quienes desean vernos abatidos. Sigamos elevando nuestra protesta.

Opongámonos a los que están causando la desgracia de nuestro país. El abuso del poder lleva en sí mismo el germen de su destrucción. Así como el PRI cayó por sus excesos, por los suyos caerá también el régimen que ahora se siente todopoderoso. Peores desdichas ha sufrido México. De ellas se ha levantado siempre. De la desgracia que ahora padecemos se levantará también.

FIN.

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