La paciente que llegó al consultorio del doctor Ken Hosanna era mujer de voluptuosas formas tanto en el hemisferio norte como en el correspondiente al sur. Le dijo al médico: "Me duelen las anginas". El facultativo le ordenó: "Desvístase para examinarla". Opuso la visitante, recelosa: "No creo que deba desvestirme para que me revise usted las anginas". "Está bien -cedió el galeno-. Déjese los zapatos". Aquel bebé pesó 2 kilos al nacer. El pediatra le dijo a Babalucas, esposo de la madre: "Me preocupa el peso de la criatura. 2 kilos es muy poco". "¿Y qué quería usted? -se atufó el tonto roque-. Mi señora y yo tenemos apenas dos meses de casados". Cuando López Obrador gritó: "¡Viva la Cuarta Transformación!", lo que en verdad quiso decir fue: "¡Viva yo!". Tal grito fue al mismo tiempo rúbrica -provisional- de su sexenio y aviso a la futura Presidenta de que tendrá que continuar su obra. Muy expresivo verbo es "apantallar". Significa impresionar o deslumbrar. La noche del 15 de septiembre, en el abarrotado Zócalo, no me apantallaron las multitudinarias muestras de apoyo, y aun de afecto, al hombre que se va pero que no se irá. Toda proporción guardada, las comparo con las demostraciones de fanatismo que en Nuremberg suscitaba Hitler, o con los clamorosos vítores a Mussolini en Roma. Basta ver la película de Leni Riefenstahl "El triunfo de la voluntad", o "Una giornata particolare", de Ettore Scola, para advertir que esas demostraciones de apego a la figura del caudillo son muy engañosas, pues provienen más de las vísceras que de la razón. Aun así se debe reconocer la incuestionable popularidad de AMLO y su ascendiente sobre millones de mexicanos cuyo aprecio por él, aprecio nacido ya de agradecimiento por las dádivas recibidas o de franca admiración por su persona, es sincero. Ningún Presidente ha sido objeto de tales expresiones. Eso es precisamente lo que hace que AMLO, cuya peligrosidad para México quedó bien comprobada, sea ahora un riesgo para Claudia Sheinbaum, quien hasta ahora se ha visto anulada ante el poderosísimo hombre de la 4T. Algunos piensan que la futura mandataria ha actuado así por habilidad política e instinto de conservación, y que luego de ceñirse la banda presidencial mostrará su carácter verdadero, asumirá plenamente el mando y arrinconará a quien la designó. Utopía de difícil realización es ésa. "¡Muera la avaricia!", fue otro de los gritos de AMLO. Pero sucede que ningún otro político en la historia mexicana, ni siquiera Porfirio Díaz, se ha visto tan avaro del poder como él. Díaz gobernó conforme a los usos de su tiempo, cuando era usual que un hombre fuerte ejerciera por largo tiempo su poder. Tuvo, no obstante, el supremo patriotismo de la renunciación, y prefirió dejar su cargo, y marchar a un honroso exilio, antes que ver a México bañado en sangre por una guerra civil en la cual sus adversarios contarían seguramente con el apoyo de Estados Unidos, país enemistado con don Porfirio por su resistencia a algunas pretensiones de los norteamericanos que perjudicaban al país. Contrariamente, López Obrador no sabe de renunciaciones. Sabe, sí, de imposiciones, y no tardaremos en ver que las ejercerá sobre su sucesora. En México ha empezado un maximato. Terminará algún día, eso es seguro, y entonces AMLO deberá rendir cuentas de sus actos, siquiera sea ante la Historia. Su juicio, podemos decirlo desde ahora, le será desfavorable, por tantos daños que le ha hecho al país. No ha sido el mejor Presidente, como dicen sus enceguecidos o interesados partidarios. Entre todos los presidentes de nuestra época ha sido el peor... FIN.