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De política y cosas peores

De política y cosas peores

ARMANDO CAMORRA

La mamá llevó a su pequeña hija a un museo de arte. Ahí la niñita vio una estatua de Apolo sin la consabida hoja de parra, de modo que nada le estorbó mirar el atributo masculino. Le preguntó a su madre: “¿Qué es eso?”. Respondió la señora, conturbada: “Es algo que los hombres tienen”. “Yo la quiero” - pidió la pequeña. Le dijo su mamá: “Si te portas bien, cuando crezcas tendrás una”. Inquirió la chiquilla: “¿Y si me porto mal?”. “Si te portas mal -suspiró la señora- tendrás muchas”. Jock McCock, joven granjero, llevó a pasear por el campo a Daisy Mae, linda muchacha campesina. En un prado observaron al toro semental, que cumplía su función con una vaca. En tono insinuativo le dijo Jock a Daisy: “Me gustaría hacer lo mismo que ese toro”. “Hazlo -autorizó ella-. La vaca es tuya”. No creo en cuestiones esotéricas. Confieso, sin embargo, que en tiempos de mi primera juventud compré en el mercado de Villahermosa, Tabasco, dos jabones taumatúrgicos, uno de nombre Cortalenguas, que protegía de calumnias y murmuraciones, y el otro llamado Evanó, usado para evitar las acechanzas de una mujer mala. (El primer jabón sí funcionó). Oigo hablar con naturalidad de cosas sobrenaturales y las paso por el tamiz de la duda, pues de la duda surgen más verdades que de la certitud. Alguna vez supe de un gobernador de Tamaulipas que era dado a cábalas, misterios y ocultismos. Atribuía a la pirámide virtudes mágicas, y su casa y oficina adoptaban esa forma, la piramidal. Aseguraba que en momentos de gran concentración levitaba, o sea que se elevaba por el aire. Cierto tamaulipeco declaró: “Una mañana yo lo vi levantarse 30 centímetros”. “¡30 centímetros!” -se admiró alguien. “Sí -confirmó el manifestante-. De tortillas de harina”. Del buen Padre Secondo, jesuita en el templo de San Juan Nepomuceno de mi ciudad, Saltillo, se decía que obraba milagros prodigiosos: el de la levitación ya mencionada, el de la multiplicación de las hostias, y sobre todo el de la ubicuidad. Sus feligreses contaban que un día estaba oficiando misa y al mismo tiempo impartía los últimos auxilios de la religión a un moribundo en un barrio lejano. Yo digo que aunque ese barrio hubiera estado cercano el milagro habría sido igualmente milagroso. Todo esto que cuento viene a cuento por el extraño sucedido que protagonizó Pedro Haces, líder proletario que no vive una vida proletaria. Diputado por Morena, emitió su voto en favor de la llamada “supremacía constitucional”, iniciativa de la 4T que anula a la Constitución, y a la vez estaba disfrutando un partido de beisbol en Nueva York. En el sindicalismo de Morena prevalece la misma charrería que en los tiempos más priistas del PRI, pero ni así se pudo cohonestar el voto de Haces en el recinto camaral con su presencia en el Yankee Stadium neoyorquino. Se ve que las añagazas morenistas son copia de las usadas en el ancien régime, tan experto en manipulaciones fraudulentas. No han cambiado los usos y costumbres partidistas. En cosas de politiquería todo tiempo pasado fue igual. Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, tenía un perro afgano, pues se había puesto de moda esa raza canina. El pelo de la cabeza le creció al animalito en forma tal que le tapó los ojos.

Fue la encopetada señora a una farmacia y le pidió al encargado un líquido depilatorio. El farmacéutico le entregó un pequeño frasco y le advirtió: “El líquido es muy fuerte. Antes de usarlo dilúyalo en medio litro de agua”. Precisó doña Panoplia: “Es para mi afgano”.

“Ah, caray -se preocupó el de la farmacia-. Entonces dilúyalo en dos litros de agua, y tenga cuidado al sentarse”. FIN.

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