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De política y cosas peores

ARMANDO CAMORRA

Un peligroso criminal escapó de la prisión. El alcaide envió tres fotografías del delincuente a los jefes de policía de los pueblos comarcanos, una de frente, las otras dos de perfil derecho e izquierdo. Días después recibió el lacónico mensaje de uno de los jenízaros locales: “Los tres cabrones muertos al resistir arresto”. Dos amigos, uno apodado el Piojo, el otro el Terco, caminaban por una zona pantanosa. Al tal Piojo no le gustaba el remoquete con que era conocido. Sucedió que el Terco cayó en unas arenas movedizas y empezó a hundirse. “Ayúdame a salir, Piojo” -le pidió a su compañero. “Pos no me digas Piojo” -demandó el aludido. “Anda, Piojo -volvió a pedir el Terco, que seguía hundiéndose-. Ayúdame”. Respondió el tipo: “Si quieres que te ayude no me llames Piojo”. Demasiado tarde. La cabeza del otro se hundió en el cenagal. Sacó el Terco los brazos y unió repetidas veces las uñas de los pulgares de ambas manos. Así se mataban los piojos en los pasados tiempos. Sonó el teléfono de la oficina policial y una angustiada voz pidió: “Vengan por favor a la calle Clavel número 50. Un ladrón está atrapado en la alcoba de la señorita Himenia”. Preguntó el oficial de guardia: “¿Quién habla?”. Respondió la voz angustiada: “El ladrón”. Gordio era una ciudad helénica, la principal de Frigia (de ahí proviene el gorro). En el carro de guerra de sus reyes el yugo estaba atado por un nudo tan anudado que nadie lo podía desanudar. Quien lo hiciera, aseguraba la leyenda, se convertiría en dueño de toda Asia, que no es cualquier chileta, como se dice en Ciudad Ramos Arizpe, industrioso lugar de mi natal Coahuila, para aludir a lo que es insignificante, nimio, fútil, inane o baladí. Le presentaron el tal nudo a Alejandro Magno para que lo desanudara, y lo desanudó linda y bonitamente partiéndolo con un tajo de su espada. La nefasta reforma judicial engendrada por López y alimentada por Sheinbaum es un nudo gordiano. Ente sin pies ni cabeza, deforme monstruo mal nacido, se ha vuelto un verdadero laberinto para los cortesanos de Morena, que no dan pie con bola para organizar la elección popular de quienes en el futuro impartirán justicia con la misma eficacia que muestran hoy los encargados de dar a la ciudadanía los bienes de la seguridad y de la paz. Si Claudia Sheinbaum fuera en verdad la Presidenta de México seguramente podría cortar el nudo gordiano que significa esa aberración urdida por su antecesor y cuyo costo, riesgos y dificultades de realización ella conoce sobradamente bien. Bastaría con detener la tal elección y posponerla ad kalendas graecas, que así se dice culteranamente cuando algo se pospone en forma indefinida. No sería la primera vez que aquí se usara ese modo de congelación. Hay ocasiones de política en las cuales lo mejor que se puede hacer es no hacer nada. Gastar miles de millones de pesos en llevar a cabo la peligrosa, torpe y vengativa reforma de Obrador es actuar en contra del interés de la República y llevar a la justicia por un camino peligroso de ineficiencia y corrupción. Esos males, lo admito, están presentes en la judicatura actual, pero son reprimidos y castigados, cosa difícil de hacer en el caos que seguirá a la instauración de esa reforma que bajo el falso cariz de democrática oculta un ansia desorbitada de poder con ominosos visos de dictatorial. El presente régimen no es sino continuación del anterior. AMLO jodió a México durante su sexenio, y lo sigue jodiendo ahora desde su falso retiro. La voluntad del cacique de la 4T impera todavía. Pobre México, tan lejos del buen gobierno y tan cerca de La Chingada. FIN.

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