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La dismorfia corporal es un trastorno perceptual de la autoimagen en que la persona que lo padece concluye que su cuerpo presenta un defecto físico o una característica que debe ocultar o eliminar a toda costa.
Su aparición ocurre durante la transición de la niñez a la adolescencia, etapa que se caracteriza por los cambios físicos y psicológicos que estructuran la sexualidad del individuo. Con el cambio hormonal de la pubertad, se presentan las dudas sobre si la apariencia propia resultará atractiva a los demás.
Los apodos y sobrenombres exaltan lo que a los niños y adolescentes les llama la atención de los demás, generando burlas por el tamaño de la nariz, características del pelo, estructura de la quijada, alineación de los dientes, forma de las cejas, estatura alta o baja, delgadez u obesidad.
No hay un solo aspecto que no pueda ser usado para la mofa, y no todos los niños y jóvenes cuentan con los recursos psicológicos para defenderse, por lo que asumen este tipo de comentarios como verdadero y lo implantan en su memoria.
Entre los varones adolescentes existe un interés excesivo por la forma y el tamaño de sus genitales, lo que puede provocar una devaluación o rechazo de sus características, porque culturalmente es algo que representa su hombría.
Por su parte, las niñas adquieren conductas de acicalamiento y cuidado de su apariencia, lo que no significa que dejen de ser objeto de comentarios hirientes por parte de sus compañeras e, incluso, de sus padres.
La seguridad navega a contracorriente, llevando a cuestas estas heridas mentales.
AUTOIMAGEN Y SEXUALIDAD
Siendo la dismorfia corporal una alteración de la autoimagen, ocurrirá un choque de frente cuando el despertar sexual le provoque al adolescente dar sus primeros pasos en la conquista de una relación juvenil, llevando sobre sus espaldas el estigma de ser la persona más fea a sus alrededores.
Débiles contra gigantes; así se siente quien tiene esa percepción deformada de su atractivo físico. Nada es suficiente para borrar lo que les preocupa sobre su aspecto. Sus intentos por salir del capullo mental en que se esconden son fuertemente derrotados por un alud de pensamientos intrusivos que constantemente les dicen que no merecen, ni siquiera remotamente, una mirada de aquel o aquella en quien han puesto su interés erótico.
La biología hace su cometido y las hormonas que encienden el despertar sexual impelen a la acción, pero esta es fuertemente refrenada por la ansiedad y el miedo, emociones a las que el afectado por el trastorno se enfrenta con conductas ritualizadas, tales como maquillarse en exceso, buscando esconder el supuesto defecto de su cara. Las cremas blanqueadoras o aclarantes de piel llenan los cajones de su recámara.
Muchas horas al día escudriñan en su espejo y miran con dolor la forma de su rostro, cantidad de pelo, color de piel, etcétera. La vida se va en ese ir y venir de las prácticas que pretenden esconder tal o cual defecto corporal.
Además, recurren a fantasías sexuales donde no es necesario contar con la participación de otra persona. Basta con acceder a la pornografía y disfrutar a solas, para después experimentar una sensación de autorechazo y culpa. No hay tregua en el autocastigo.
DISMORFIA CORPORAL Y VIDA EN PAREJA
Pero la dismorfia corporal no es exclusiva de la juventud, y en la adultez puede llegar a afectar las relaciones más cercanas de la persona que la padece. La excesiva preocupación sobre su aspecto físico irrumpe y toma el control de la vida en pareja, por ejemplo.
Nunca está conforme con lo obtenido después de acudir a los cosméticos, a la compra de ropa nueva o mil maniobras más. Las quejas sobre su apariencia van en perjuicio del vínculo amoroso.
En muchas ocasiones, quienes sufren de dismorfia corporal no dan a conocer su trastorno; lo encubren pretendiendo que buscan un nivel elevado de belleza. Invierten fuertes sumas de dinero para agenciarse novedosos tratamientos corporales, faciales e, incluso, intervenciones médicas para lograr cambios relevantes en su físico.
Si su pareja o amigos manifiestan admiración por sus atributos naturales, desoyen estas expresiones o las racionalizan calificándolas como adulaciones falsas o, peor aún, se consideran indignos de tales elogios.
CONDICIONES ASOCIADAS
Con frecuencia, quienes padecen dismorfia corporal traen aparejados dos o más trastornos, agravando su situación. Vivir considerando que la apariencia física propia no es atractiva —o que es hasta repulsiva— puede asociarse con ansiedad, depresión, trastorno obsesivo compulsivo o algún trastorno de la conducta alimentaria.
Muchas personas sólo presentan rasgos de dismorfia corporal, más no llenan los requisitos en cuanto al tiempo obsesivo que dedican a estar pensando en sus defectos. Expresan un grado de rechazo hacia su autoimagen, pero esto no los convierte en personas con este diagnóstico.
Es importante, además, no caer en señalar a aquellos que simplemente buscan mejorar su aspecto físico, pero que son muy exigentes en los resultados.
CÓMO AYUDAR
La susceptibilidad a flor de piel de las personas con dismorfia corporal les hace particularmente sensibles a todo lo que pueda parecer una crítica o señalamiento, pudiendo generar una reacción violenta.
Es necesario buscar empatizar con ellas, no polemizar; construir conversaciones, no confrontaciones verbales. Para ello se puede iniciar preguntando “¿qué es lo que te preocupa?” o “¿necesitas estar revisándote constantemente para estar segura de verte bien?”. Esta manera de interrogar abre la puerta a la conversación y no etiqueta a la persona como enferma o trastornada.
También es recomendable proponer explícitamente una alianza amistosa sin esperar nada a cambio, ya que los afectados por trastorno dismórfico corporal tienden a desconfiar de las intenciones de la gente. Esta es la entidad psiquiátrica con mayor número de suicidios. Es un problema grave que requiere apoyo profesional.
El tratamiento farmacológico psiquiátrico, acompañado de una psicoterapia que desarrolle la autoconsciencia, es la mejor alternativa para enfrentar esta condición que cada día suma más casos.
ENCUADRE PROFESIONAL
El terapeuta debe proponer al paciente una alianza donde se genere el compromiso por parte del afectado de comunicarse para informar sobre los cambios de estado de ánimo, pensamientos recurrentes o conductas repetitivas que vaya presentando.
También se requiere proporcionar al paciente el conocimiento necesario para identificar los signos y síntomas que marquen si va por buen camino, está en una recaída o puede experimentar niebla mental. Necesita conocer cómo se comporta la dismorfia corporal en su persona.
Es vital generar las condiciones adecuadas para que el tratamiento transcurra en medio de un clima de tranquilidad emocional.
Muchos pacientes sienten urgencia por realizarse una cirugía plástica, correctiva o para bajar de peso, por ello hay que crear la capacidad de esperar a que el tratamiento erradique la conducta de reproche y rechazo corporal. Este tipo de procedimientos quirúrgicos no pueden ser autorizados hasta ver incrementada la autointrospección, es decir, la libre determinación de decisiones en contraposición a las conductas compulsivas.
El tratamiento farmacológico contribuye a disminuir la intensidad y frecuencia de los síntomas de este trastorno; aun así, hay que ser cauteloso al momento de detectar mejoras en los pacientes y mantener una comunicación empática todo el tiempo.