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El arte del pintor colombiano Edilberto Calderón tras su primera exposición en La Laguna

Edilberto Calderón eligió las artes plásticas. Siempre supo que sería un artista

FOTOS: Verónica Rivera

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SAÚL RODRÍGUEZ

Está sentado en un sillón, en un café de Residencial El Fresno. Sus palabras brotan en una conversación sostenida con el arquitecto Jesús Tovar y el maestro Salvador Botello, quienes junto a su familia gestionaron la exposición ‘Calderón, hojarasca del tiempo’, la cual muestra 30 de sus obras desde el pasado 6 de junio, por primera vez en México, en una sala del Museo Regional de La Laguna (MUREL).

El maestro Edilberto Calderón tiene 84 años de edad y una sonrisa que no se despinta de su rostro. Es oriundo de un pueblo llamado Venadillo, en el departamento colombiano de Tolima, donde la economía gira en torno al arroz, al algodón, a la ganadería y a cuyo colorido relieve le encuentra parecido con México. Sus palabras tienen chispa y acento, dibujan toda una geografía al momento de describir su lugar de origen.

Cuando era pequeño observó cómo construían la iglesia del pueblo. El proceso le despertó la imaginación, esa magia de ser niño, especialmente en el momento donde colocaron los vitrales.

“Iban colocando eso. Yo no sabía que eran vitrales, lo supe más adelante en mi carrera. Todo eso me causaba un encanto: el color, el espacio. Un aspecto místico que tenía que ver con mis creencias. Mi pueblo, para cuando yo estaba pequeñito, parecía un pueblo mexicano”.

En Venadillo tenían de ídolos a personajes como Pedro Infante, Jorge Negrete, Luis Aguilar. El cine popular acompañaba el día a día, y cuando los campesinos bajaban al mercado en los fines de semana, en las cantinas podía escucharse “Bala perdida”, de Antonio Aguilar.

Ese fue el ambiente que le permitió descubrir su pasión por el arte, por eso cita la letra de “La cama de piedra”, para luego acudir a sus recuerdos. Subraya que no es una invención suya, que toda esa peculiar cultura invitaba a cualquiera a convertirse en pintor o músico.

“La idea de ser pintor la tuve siempre, por todo esto que le digo”.

Edilberto Calderón eligió las artes plásticas. Siempre supo que sería un artista. Por eso, cuando tuvo la edad apropiada se trasladó a Ibagué, la capital del departamento de Tolima, para estudiar Bellas Artes en la universidad local. Aunque el maestro no recuerda con mucha gratitud esos días. Fueron jornadas difíciles, donde la institución puso en duda su talento.

“Lo mío al principio era muy contradictorio, porque en la escuela de Bellas Artes era muy generalizado decirme, de parte de mis compañeros y mis profesores, que yo no servía para eso. Yo creo que llevaba perdido todo y sucedió una cosa extraordinaria”.

Ese respiro fue provocado por un salón de artistas organizado por la Universidad Nacional de Colombia. Calderón envió sus obras y, contra todos los pronósticos, resultó seleccionado. Aquello cambió la perspectiva con la cual se veía su trabajo. Desde entonces aprendió una lección que emplearía más tarde en sus años de docencia: la metodología no era decirle a un alumno que lo suyo no servía, sino otorgarle los elementos necesarios para ayudar a mejorar.

Aprendió mucho, se dio cuenta de que no era el peor. Tuvo de maestros a artistas de la talla de Fernando Botero, Alejandro Obregón, Manuel Hernández, los grandes de Colombia. En ese tiempo, Calderón comenzó a ganar premios a nivel nacional. Lo irónico vino después, cuando fue invitado para trabajar como profesor en la Universidad de Tolima, esa misma institución donde sus compañeros y maestros criticaron sus creaciones.

Al hablar sobre su trabajo artístico, acude al empleo que hizo del collage en los años setenta. Colombia vivía entonces un clima social complicado, marcado por la violencia y las revueltas sociales. Calderón comenzó a mezclar sus trazos con recortes de periódicos y revistas. Era para indicar que aquella realidad mostrada en sus cuadros, esa abstracción, no se la estaba inventado.

“Anote muy bien cuando hable del collage, porque me va a gustar mucho y voy a empezar a construir mi trabajo con mucha peculiaridad, porque los espacios pensando en el tema que me menciona, pero acudo a las revistas y a la prensa para decirles: ‘Estas no son invenciones mías’. Entonces, hay una fotografía, hay un texto, digamos objetivo”.

El pintor indica que en la vida solemos ver las cosas como queremos y no como son. Enfatiza que sus obras no son literales, no narran temas de manera ilustrativa, siempre le ha interesado construir sus cuadros sobre lo abstracto y esa perspectiva es la que ha traído a Torreón, luego de haber expuesto en Colombia, Rusia y Estados Unidos.

La muestra 'Calderón, hojarasca del tiempo', permanecerá en el MUREL hasta el próximo 9 de agosto.

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