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Verdad amarga

El atentado

ENRIQUE SADA SANDOVAL

La historia moderna y contemporánea de los Estados Unidos de América ha hecho del atentado y el magnicidio una especie de tradición propia en el vecino país: desde el asesinato de Lincoln hasta el del Presidente Mckinley, brincando de manera extraordinaria a Franklin Delano Roosevelt-quizá por el gran número de infiltrados soviéticos durante su Administración que, en plena guerra, no consideraba esa necesidad-pasando por John F. Kennedy y hasta Ronald Reagan, arrojando un promedio de 3 de 5 intentos exitosos en un periodo de casi 120 años, al cual de algún modo puede sumarse el perpetrado contra el expresidente Donald Trump como candidato.

El último ocurrió en marzo de 1981 cuando el Presidente Reagan salía del Hotel Hilton en Washington D.C. luego de pronunciar un discurso, siendo abordado por John W. Hinckley Jr. que disparó un revólver calibre .22. Al momento de los disparos, los agentes del Servicio Secreto rodearon a Reagan mientras lo empujaron al interior de la limusina que lo aguardaba, pero no antes que una de las balas impactara al mandatario en el costado.

Hinckley, de 25 años, era un individuo frustrado que buscaba asesinar al Presidente con la idea de impresionar a la actriz Jodie Foster, famosa tras su aparición en el filme clásico "Taxi driver", y ese día logró tener más suerte que la otros magnicidas podrían haber deseado: por azar logró posicionarse tras una cuerda entre un gran número de periodistas y civiles-que no fueron inspeccionados por el Servicio Secreto-tan solo a 4.5 metros de su blanco, realizando 6 tiros en 1.7 segundos, con lo que estuvo a punto de acabar con la vida de Reagan.

Lo que sucedió durante las horas siguientes se convirtió en una nota épica presidencial y política, pues el Jefe de Estado de 70 años logró salvar su vida gracias a la inmediata intervención del agente del Servicio Secreto que encabezaba a sus escoltas junto a la pericia del personal médico del Hospital de la Universidad George Washington.

Luego de la cobertura mediática que no podía dar crédito a lo ocurrido fue que la ciudadanía supo lo cerca que estuvo Reagan de morir, pues su vida dependió de una decisión tomada en una fracción de segundo y poco más de un par de centímetros de diferencia.

La Casa Blanca se apresuró a que esas frases fueran entregadas a la prensa, como publicó el periodista político David Broder del Washington Post en su momento: "Lo que le ocurrió a Reagan es la sustancia de la que están hechas las leyendas…A partir de aquel momento fue políticamente intocable. Se convirtió en un personaje mítico".

Resulta inevitable no hallar el paralelismo entre lo acontecido aquel entonces y lo que sucedió el sábado pasado en Butler, Pensilvania, cuando un hombre armado disparó contra el expresidente Donald Trump.

Thomas Mathew Crooks-ex becario del Grupo Blackrock-de tan solo 20 años de edad, practicó con su arma en un Club de tiro el día anterior, compró una escalera para subir al tejado con un rifle sin mira telescópica y 50 cartuchos de munición en una armería de su ciudad natal. Sin embargo, sus motivos siguen siendo un misterio, pues terminó siendo abatido.

El joven realizó varios disparos mientras el republicano hablaba en un mitin abierto, siendo alcanzado por una de las balas en la oreja derecha. El candidato presidencial se arrojó detrás de un atril mientras algunos agentes del Servicio Secreto reaccionaron para cubrirlo, en tanto un Donald Trump ensangrentado alzaba el puño desafiante ante la multitud, mientras los escoltas lo sacaron rápidamente del escenario: convirtiendo aquel momento en una estampa tan icónica que sus simpatizantes empezaron a ponerse parches en el oído derecho, como símbolo de apoyo.

Según palabras del neoyorquino: "Me di cuenta inmediatamente de que algo andaba mal al escuchar un zumbido, disparos, y de inmediato sentí la bala perforando la piel".

Así como la actitud valerosa que demostró Ronald Reagan fue definitiva tanto para su propia supervivencia como en favor del vínculo que estableció con los estadounidenses, lo acontecido el sábado-pese a las fallas del Servicio Secreto en materia de seguridad-terminará surtiendo el mismo efecto histórico en el presente al igual que en 1981.

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