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El compromiso con la paz y las generaciones futuras

JORGE ÁLVAREZ FUENTES

Si la Organización de las Naciones Unidas no existiera, el mundo, nuestro mundo, el que hemos construido y destruido al mismo tiempo, no sería lo que es. -con todo lo complejo, bueno y maravilloso, así como lo simple, lo malo, lo terrible- y tendríamos que volver a crearla e inventarla de nuevo, para tener una organización internacional eficaz, verdaderamente universal. Con esa convicción crecimos mi generación, la del medio siglo y la anterior, la de mis padres, maestros y mentores. Una convicción asumida desde una concepción lineal e ilimitada del progreso, con la responsabilidad de heredarles a las siguientes generaciones un mundo mejor, en donde prevaleciera la paz, donde las desgracias de la guerra quedarían atrás, teniendo ilimitadas posibilidades de impulsar y compartir las diversas formas del desarrollo futuro para todos los seres humanos, sin distinciones de nacionalidad, raza, género o ingreso y la oportunidad suprema de compartir los frutos de la naturaleza, del trabajo, de la inteligencia, la imaginación, la creatividad y el talento.

Entonces, ¿cómo nos atrevemos ahora, en la tercera década del siglo XXI, pedirles a los jóvenes, a las nuevas generaciones que se hagan cargo, que pongan remedio y compongan el mundo en conflicto y fragmentario que les hemos heredado? ¿Con qué actitud moral de congruencia les exigimos y reclamamos un cambio en el curso de la historia humana, si no estamos dispuestos a actuar en consecuencia?

¿Hasta cuándo vamos a seguir repitiendo frases hechas de que corresponde a los jóvenes aprovechar los avances científicos sin precedente y tomar ventaja de las tecnologías emergentes, si no hemos sido capaces de ganar la paz, acabar con el flagelo de la guerra, acabar con los conflictos, revertir las regresiones, combatir las desigualdades, poner fin a las injusticias y conseguir el desarrollo humano y salvar el planeta tierra? ¿O acaso no es este nuestro único "barco" sobre el que afirmamos repetidamente pertenece a la humanidad entera, aunque inconsecuentemente no vayamos a honrar los Objetivos de Desarrollo Sustentable e incumplir los compromisos asumidos en la Agenda 2030, entre otras obligaciones multilaterales fundamentales a las que las generaciones presentes, en los hechos, están dando marcha atrás?

Para millones de jóvenes resulta no solo evidente sino frustrante e inaceptable la situación de crisis mundial; que en este cambio de época la humanidad está en peligro, que el mundo en el que les está tocado vivir, siga retrocediendo en cuestiones como la igualdad de género, la lucha contra el racismo y otras múltiples formas de injusticia y discriminación, habiendo la tendencia a normalizar la guerra, el genocidio, la pobreza y el hambre, no obstante la consecuente aceptación destructiva de anhelos, sueños y proyectos de miles de millones de personas.

Vivimos un mundo interconectado, con múltiples crisis y conflictos interrelacionados, que, al mismo tiempo, como nunca antes dispone ya de numerosos avances, soluciones y propuestas, de increíbles, innovadoras e imaginativas posibilidades de procurar todas las formas de la vida en la tierra, no sólo de la especie humana, sino de las otras especies.

Los jóvenes lo saben. Vislumbran que la paz no es la mera ausencia de guerra, sino algo mucho más profundo y definitivo que se fundamenta, se enraíza y nutre de la realización efectiva de una sola humanidad, de una comunidad formada por unos y todos, una colectividad humana con valores éticos, entre los que destaca, como piedra angular, el valor de la justicia.

La paz es obra de la justicia y ha sido una aspiración constante de la humanidad, la búsqueda de un ideal que hombres y mujeres, no ha encontrado desgraciadamente su correlación en la realización de los hechos, puesto que éstos -tanto en el pasado como en el presente- parecen discurrir en sentido contrario por múltiples cauces, cancelado el futuro. En ellos confrontamos los arduos caminos que necesitamos recorrer para construir la paz, cuando a contrario sensu lo que vemos es proliferar las guerras -actuales o potenciales-la prevalencia de múltiples violencias, la desacralización de la vida, la destrucción del amor colectivo y la pérdida de la compasión.

Frente a la recién celebrada Cumbre del Futuro y la adopción del Pacto del Futuro, incluyendo las 56 acciones adoptadas para resolver los desafíos del siglo XXI, destinadas a enfrentar los riesgos catastróficos existenciales crecientes, como las armas nucleares, la emergencia climática y erradicación de la pobreza, con soluciones políticas y herramientas diplomáticas y digitales, entre otras, no podemos dejar de recordar las potentes voces de miles de mujeres y hombres jóvenes que al igual que Greta Thumberg siguen reclamando, desde hace años, acciones efectivas e inmediatas con justa razón, demostrando su lucha y su rebelde indignación. Las promesas de reformas al Consejo de Seguridad no les interesan ni preocupan, sino que este órgano siga siendo incapaz de salvaguardar la paz y la seguridad internacionales.

"Otro año más. Es una vergüenza el hecho de que sigamos teniendo estas discusiones, y más aún de que todavía se sigan subsidiando los combustibles fósiles y usando el dinero de los ciudadanos, de los contribuyentes, de manera directa e indirecta, para seguir emitiendo gases de efecto invernadero. Es una prueba de que no hemos entendido y no estamos entendiendo en absoluto la emergencia climática. Ustedes, los lideres, los responsables se han dado por vencidos, sin ni siquiera intentarlo. Estoy aquí para decirles, que, a diferencia de ustedes, mi generación, no se rendirá sin luchar".

¿Hasta cuándo tendremos oídos sordos?

@JAlvarezFuentes

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