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El común caso

CARLOS CASTAÑÓN CUADROS.-

Las noticias me hicieron volver a la literatura. Por lo mismo, para entender mejor, regresé con gusto a esa inquietante novela escrita por Robert Louis Stevenson en 1886: El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde. Por mucho, el argumento de la novela supera la explicación más lúcida desde la psicológica, y si se quiere, de la psiquiátrica. Stevenson abordó la dualidad que habita en las personas, pero también, la variante de la personalidad y sus consecuencias. Esa zona ambigua, donde las fronteras entre el bien y el mal son borrosas. Como buen thriller, el abogado Gabriel John Utterson investiga una extraña relación que raya en el crimen. Su viejo amigo, el Dr. Henry Jekyll, crea una pócima que al beberla, separa la parte humana del lado maligno de una persona. Como resultado, surge Mr. Hyde, un hombre atroz y criminal. Dos personas en una. Dos comportamientos, dos actitudes y caracteres distintos, mismos que no provienen de fuera, sino de lo más profundo del ser. Adentro, está la otra personalidad. En Jekyll está Hyde. No son dos, sino uno. En psiquiatría se habla del trastorno disociativo de la identidad, pero en lo personal, prefiero comprender desde el extraño caso que nos dejó el británico: "Aprendí a reconocer la completa y primitiva dualidad del hombre; me di cuenta que las dos naturalezas que luchaban en el campo de batalla de mi conciencia, aun cuando podía decirse con razón que yo era cualquiera de las dos, ello se debía únicamente a que era radicalmente ambas."

En todo hombre, esa dualidad está presente. A veces se contiene; en otras estalla hasta la transformación física. El peor mal no es el que viene de fuera, sino de nosotros mismos. Subayace, en esta idea, una visión más realista, o para decirlo puntualmente: pesimista.

Abundan los ejemplos. Durante décadas, Bernard Madoff, fue un respetable financiero de Wall Street, llegó tan alto, que se convirtió en autoridad e incuestionable "vaca sagrada" del gremio. Sin embargo, tejió pacientemente un esquema Ponzi, donde logró hacer un fraude de alcances internacionales. Algo así como ¡64 mil millones de dólares!

El gran colapso de la bolsa en 2008, destapó el monumental fraude, que dejó como vendedores de autos usados, a los más famosos narcotraficantes mexicanos. Fue condenado a 150 años de cárcel, donde murió como leyenda en 2021. Hasta una película le hicieron. No obstante, la desgracia recayó en su familia. Uno de sus hijos se suicidó, y dejó una abrumadora nota: "Nadie quiere creer la verdad. Por favor cuida a mi familia".

Silicon Valley?? es un mito de nuestro tiempo. Ahí están Google, Apple, Pay Pal, Meta, Intel…

La joven Elizabeth Holmes se propuso tomar una rebana de ese jugoso pastel. A los 19 años de edad, fundó Theranos, una empresa de alta tecnología dedicada a innovar en la salud. Su mayor apuesta, crear un dispositivo capaz de realizar análisis médicos con tan solo unas gotas de sangre. La ciencia médica al alcance de un pinchazo en el dedo del paciente. La propuesta resultó tan atractiva, que pronto recaudó millones para su desarrollo. Tanta fue la expectativa, que se le calificó como "la nueva Steve Jobs". La fama creció y creció, aunque la máquina era un fraude. Para solventar los avances, inventó resultados, falseó pruebas y consiguió más millones, lo cual reafirma que en el mercado abunda la superchería. Para 2014, su fortuna se valuó en 4 mil 500 millones de dólares. Sin embargo, se puede engañar a unos cierto tiempo, pero no a todos, todo el tiempo. En 2018 fue acusada formalmente y tras una investigación judicial, el mito se desvaneció. Para 2022 fue sentenciada a 11 años de prisión. También le hicieron su documental en Netflix.

Desde la semana pasada, circuló intensamente en redes el caso de la Dra. Marylin Cote, supuesta psiquiatra, con prestigiosos "doctorados" en las universidades de Harvard y Oslo, además de cursos en el FBI. La "doctora" diagnosticó y recetó medicamentos controlados como el médico más certificado. Su historia, si no fuera real, habría que inventarla. Al final pienso en el doctor Jekyll y el señor Hyde, ya no como el extraño caso, sino el común y extendido caso.

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