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El Paraíso

J. SALVADOR GARCÍA CUÉLLAR

El insigne compositor (ahora lo llaman cantautor, lo que me parece correcto) Joaquín Sabina, interpreta Eva Tomando el Sol, canción de su propia autoría en la que parafrasea las imágenes del Génesis y afirma, entre otras cosas: "Si no has estado ahí no has visto/el paraíso terrenal".

Excelente metáfora de una metáfora, pues se trata de equiparar el edén bíblico con su paupérrima habitación compartida con su amada, una mujer bella y admirada por los vecinos.

Sabina habla, como muchos otros autores, sobre todo de épocas muy antiguas, de un paraíso en la tierra, no del cielo o paraíso trascendental, pues en este último no puede haber delicias sensoriales como el bello cuerpo de una mujer o los sabores de algunas viandas por humildes que sean, según cuenta la misma canción.

Ahora le digo que la palabra Paraíso ha permanecido con el significado y casi la misma forma durante muchísimo tiempo, desde antes de que se escribieran los libros de la Biblia, como el que contiene esta palabra cuando nos relata la historia de Adán y Eva.

El texto de Génesis no es muy original, pues tiene antecedentes que recientemente se han encontrado. Ya otras culturas habían imaginado un lugar habitado por los primeros individuos de la especie humana, y estas ficticias personas originarias, en todos los casos poblaron un lugar de utopías deliciosas.

Los persas pensaban que el paraíso era un jardín perfecto, cercado con altas vallas. En México lo cambiamos por un lugar llamado Jauja, espacio de abundancia hasta el dispendio desmedido.

La palabra paraíso es tan antigua que en el lenguaje avéstico -que fue hablado desde mediados del primer milenio antes de Cristo- se designaba a las vallas altas con el nombre de paraidaeza, precisamente porque el lugar más agradable posible estaba cercado con elevadas empalizadas.

Ya en la Grecia clásica, el historiador Jenofonte describe el paraíso persa helenizando su nombre bajo la forma paradeios. Como usted puede ver, los cambios entre un idioma y otro son mínimos.

Los romanos a su vez convirtieron esta palabra en Paradisus, y le dieron el mismo significado de jardín perfecto donde todos sus habitantes son felices. De nuevo, se conserva el concepto y se mantiene la forma con modificaciones apenas perceptibles, solamente los necesarios para transliterar el vocablo.

En las lenguas romances la mata sigue dando de sí, pues tenemos en castellano la palabra paraíso con el mismo significado y formas gráfica y oral muy, pero muy semejantes. También existe este término igual en portugués, aunque en italiano y en francés (paradiso y paradis respectivamente) conserva la letra D propia del avéstico. Lo mismo sucede con las lenguas germánicas (que no son romances, pero sí indoeuropeas) pues en inglés se dice paradise y en alemán paradies.

Como usted puede notar, la palabra ha tenido cambios mínimos desde hace casi dos milenios y medio, algo que nos deja boquiabiertos a los interesados en el lenguaje.

Si quiere conocer un lugar donde todo es bello, perfecto y acogedor, y donde solo existe el deleite, basta con que se acerque a aquel piso abandonado de Moratalaz, donde vivían el personaje principal de la canción arriba anotada y su amada. En ese sitio solamente se encontrará con un colchón sacado de una basura, dos sillas y una mesa con tres patas, además como único alimento hay un simple guiso de patatas. No todos los paraísos son Jauja.

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