¡QUÉ IRONÍA!
El dictador de Venezuela, el presidente de México y otros líderes de a vieja guardia de la izquierda latinoamericana están criticando el paquete de medidas de austeridad del presidente de derecha de Argentina, Javier Milei, pero no dicen una palabra sobre el recién anunciado "paquetazo" de Cuba.
Es notable, porque las medidas de ajuste de Cuba son en buena medida más severas que las de Argentina.
La dictadura cubana anunció el 8 de enero un paquete de austeridad draconiano que incluye un aumento del 500 por ciento en los precios de los combustibles.
Refiriéndose a los aumentos masivos de precios, el ministro de Finanzas cubano, Vladímir Regueiro, dijo en la televisión estatal que "las medidas tienen como objetivo reactivar nuestra economía" y ponerle freno a la crisis económica de la isla.
En comparación, el nuevo presidente de Argentina, Milei, que asumió el cargo en diciembre y heredó una crisis económica igualmente grave, anunció un paquete de ajuste que llevó a un aumento del 60 por ciento en los precios de la gasolina. O sea, es una pequeña fracción de los aumentos de gasolina en Cuba.
Y, sin embargo, el dictador venezolano Nicolás Maduro y otros líderes de la izquierda jurásica regional guardaron un significativo silencio sobre el "paquetazo" de Cuba.
El 29 de diciembre, Maduro calificó los duros recortes de Milei a los subsidios estatales como "una locura" y describió el paquete de austeridad de Argentina como "un decreto dictatorial" del presidente argentino al que califico de "ultraderechista" y "neonazi".
El presidente populista-izquierdista de México, Andrés Manuel López Obrador, dijo poco después del anuncio del plan económico de Milei que "no estoy de acuerdo con esas políticas. Es como regresar a lo que ya fue". Y añadió: "Es lo mismo, nada más que ahora, con más actuación, con más circo y teatro"
El líder populista de izquierda de Colombia, Gustavo Petro, sugirió el 13 de diciembre, refiriéndose a las políticas de libre mercado de Milei, que el presidente argentino apoya la libertad para quienes tienen dinero.
Sin embargo, al momento de escribir estas líneas, ni Maduro ni López Obrador ni Petro han pronunciado una palabra de crítica sobre el drástico paquete de austeridad de Cuba.
De hecho, no han tenido más que elogios para la dictadura de Cuba, que no ha permitido elecciones libres en los últimos 65 años.
Para ser claros, no estoy seguro de que el plan económico de Milei funcione. Pero el nuevo presidente argentino merece el beneficio de la duda, porque fue elegido democráticamente con el 56 por ciento de los votos, casi 12 puntos porcentuales por encima de su rival.
Las actuales dificultades de los argentinos no deberían tomar a nadie por sorpresa, porque Milei advirtió repetidamente durante su campaña electoral que las cosas empeorarían antes de mejorar si él ganaba la presidencia, porque estaba heredando un desastre económico.
El gobierno kirchnerista que lo precedió había elevado la tasa de pobreza del país del 35 por ciento al 40 por ciento de la población, y dejó una tasa de inflación anual de más del 140 por ciento.
Además, en un esfuerzo por ganar votos, el gobierno anterior había aumentado los subsidios y congelado los precios, lo que creó una gigantesca inflación reprimida que explotó después de las elecciones.
Milei enfrenta una batalla cuesta arriba. No tiene mayoría en el Congreso, y la Confederación Central de Trabajadores CGT de Argentina ya convocó una huelga nacional contra sus medidas económicas el 24 de enero, solo 44 días después de que asumió el cargo. Irónicamente, la CGT no había convocado ni una sola huelga durante el mandato de cuatro años del gobierno anterior, a pesar de una explosión de inflación y las tasas de pobreza durante ese gobierno.
Mientras Milei respete la constitución, hay que dejarlo gobernar. A diferencia de la dictadura cubana, fue elegido democráticamente y está haciendo exactamente lo que prometió hacer.
Los presidentes de Venezuela, México, Colombia y otros que critican sus medidas de austeridad mientras callan sobre las de Cuba merecen una medalla a la hipocresía política.