La historia del Servicio Secreto en los Estados Unidos de Norteamérica como institución se remonta cuando menos hasta mediados del Siglo XIX.
Aunque oficialmente creada por el General Ulysses Grant como Presidente-veterano de la invasión contra México en 1847 y de la Guerra Civil-a partir de la década de 1870, sus orígenes pueden ubicarse hasta el siglo XVIII, durante la "Revolución Americana" de Independencia respecto al Reino Unido en 1776, como refiere el Dr. Christopher Andrew en For the President's eyes only: Secret Intelligence and the American Presidency from Washington to Bush (Solo para los ojos del Presidente: Inteligencia Secreta y la Presidencia Americana desde Washington a Bush).
Andrew, historiador y académico especializado en Inteligencia Militar a ambos lados del Atlántico, menciona que la creación de un cuerpo de hombres adiestrados especialmente para recabar información y brindar seguridad al Jefe de Estado se remonta a la época en que el propio George Washington como Comandante en Jefe designó protección especial para sí mismo al igual que para los integrantes del llamado Congreso Continental. Sin embargo, no será sino hasta después de la década de 1860 que este cuerpo especial sería formalizado e integrado plenamente como parte de la burocracia del Gobierno de la Unión Americana.
Grant -a quien Lincoln y Johnson consideraron enviar a México como agente militar para derrocar a Maximiliano I e imponer a Juárez como títere, en vez de a los Generales Wallace y Sherman- era poseedor de una red de hombres entrenados lo mismo para proteger a los políticos unionistas al igual que para recabar información que pusiera en juego la seguridad nacional durante la Guerra Civil, logrando una sofisticación de lo que sería la inteligencia militar a través de una red integrada por agentes secretos, complots y planes suicidas que contemplaban cualquier golpe de suerte que pusiera en jaque a las instituciones de su país desde el interior.
No obstante, no será sino hasta después del magnicidio de Lincoln que este logrará finalmente oficializar lo que en su momento creó por iniciativa propia como una especie de institución de élite con protección dirigida principalmente para cubrir al Jefe de la Nación y Comandante Supremo en turno de cualquier atentado.
Sin embargo, en la historia reciente desde el atentado al Presidente Ronald Reagan, dicha institución no había quedado sujeta al escarnio público y tan en entredicho desde el intento de asesinato contra el ex Presidente Donald Trump como candidato hace más de una semana, lo que determinó que antier Kimberly Cheatle, Directora del Servicio Secreto presentara su renuncia ante lo que calificó como "errores", que derivaron en el mayor fallo operativo de esta Corporación en décadas, según sus propias palabras.
El escándalo subió de tono desde el momento en que el candidato republicano había quedado tan extraordinariamente expuesto a ser asesinado y pese a los numerosos reportes sobre un individuo armado sobre un techo, a 140 metros del mitin; hecho que de inmediato se prestó para sospechar del Servicio Secreto, tanto más cuando la Directora se negó a entrevistarse con Trump durante toda una semana.
"Si bien la renuncia de la Directora Cheatle es un paso hacia la rendición de cuentas, necesitamos una revisión completa de cómo ocurrieron estos fallos de seguridad para que podamos evitar que sigan ocurriendo" refirió James Comer; presidente republicano del Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes, en un comunicado en que aseguró que continuarán "supervisando al Servicio Secreto".
Nombrada por Biden hace 2 años, Cheatle -quien había ocupado un alto cargo de seguridad en PepsiCo- se hizo cargo de esta Corporación integrada por 7,800 agentes especiales, uniformados y personal de seguridad cuyo propósito es proteger a presidentes, vicepresidentes, expresidentes y familiares.
Su nombramiento fue en un intento por restaurar la confianza en una organización que había sido golpeada tras una serie de escándalos como el ocurrido en el 2012, cuando 10 agentes fueron despedidos por haber llevado mujeres, incluidas prostitutas, a sus habitaciones de hotel en un viaje oficial del Presidente Barack Obama a Colombia.