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El último dinosaurio

GERARDO HERNÁNDEZ

Manlio Fabio Beltrones (72), una de las figuras más poderosas y cuestionadas del viejo régimen, regresó al Senado, su coto en otro tiempo, huérfano de partido. Alejandro Moreno le cerró las puertas de la bancada del PRI, de por sí escuálida, en uno de sus arrebatos viscerales. El desplante no obedece a un castigo por impugnar, junto con otros exlíderes, los cambios al estatuto (invalidados por el INE) que le habrían permitido a Alito eternizarse en la presidencia de esa organización. Es otra cosa: miedo cerval a un cuadro con el colmillo retorcido y los contactos de Beltrones. El liderazgo de Moreno es tan sólido que el PRI, en las pasadas elecciones, no ganó por sí solo una diputación o senaduría de mayoría en los 32 estados. Los 36 escaños que tiene en el Congreso y los 15 en el Senado son de primera minoría y de representación proporcional.

Beltrones fue uno de los competidores más sólidos en la sucesión presidencial de 2012, pero el gobernador de Estado de México, Enrique Peña Nieto, y Humberto Moreira, a quien había impuesto en la jefatura del PRI, intrigaron para eliminarlo de la carrera. «La simulación y la ingratitud son los peores venenos de la política y nos han hecho mucho daño. (…) la militancia es superior a la dirigencia», reflexiona el dinosaurio en la carta abierta del 22 de noviembre de 2011, donde anuncia su declinación. El entonces líder del Senado vislumbraba para el PRI un escenario adverso. «La izquierda ha logrado unirse bajo Andrés Manuel López Obrador como candidato presidencial», entonces del PRD, alertaba.

El retiro del exgobernador de Sonora «coincide con cierto malestar en las filas priístas por la cantidad de puestos que Moreira ofreció a dos formaciones que irán junto con el PRI a la cita electoral de 2012. El presidente del partido cedió candidaturas a senadores y diputados en diversos Estados al Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y al Partido Nueva Alianza, de la poderosa líder del sindicato de maestros Elba Esther Gordillo. La mala reputación de ambas organizaciones, su escaso peso político a nivel nacional y lo mucho que obtuvieron en el trueque, han provocado conatos de rebeldía en el PRI», advirtieron Luis Prados y Salvador Camarena (El País, 22.11.11).

Diez días después, Moreira fue defenestrado y sustituido por Pedro Joaquín Coldwell, otro de los opositores de Moreno, no solo por el escándalo de la deuda por 40 mil millones que heredó a Coahuila durante su gestión como gobernador, sino también por la presión interna y su mal desempeño, denunciado por Beltrones. Peña Nieto ganó la presidencia con un gasto de 4 mil 500 millones de pesos -el tope legal era de 336 mdp- y la complicidad de los poderes fácticos. El fracaso de su Gobierno y los constantes escándalos significaron la pulverización del PRI. La izquierda, en tanto, cerraba filas con López Obrador bajo las siglas del Morena.

Número dos en la Secretaría de Gobernación en los tiempos de Fernando Gutiérrez Barrios, Beltrones ascendió a la dirigencia del PRI en 2015, pero tampoco duró. Los tecnócratas de Peña volvieron a verlo con recelo por ser uno de los aspirantes más serios para la sucesión de 2018. El pretexto para sacudírselo fue haber perdido siete de las 12 gubernaturas votadas en 2016. Beltrones, cuya hoja de servicio no es precisamente impecable, está de vuelta. Su decisión de mantenerse en el PRI, a pesar de la inquina de Alejandro Moreno y sus secuaces, en vez de emigrar a otra fuerza política, anticipa el reagrupamiento de cuadros para retomar el control de un partido hecho añicos y tratar de darle vida, así sea artificial.

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