Continúa imparable la guerra intestina entre las fuerzas armadas sudanesas y fuerzas paramilitares, disputándose el poder. Ha provocado el éxodo de millones de personas y agravado una crisis humanitaria descomunal. La hambruna se cierne sobre millones de desplazados, errantes o atrapados en precarios campamentos. Los flujos migratorios se dirigen al norte y noreste de África, desbordándose más allá del continente. Han transcurrido más de 500 días de una guerra que muchos prefieren ignorar, al predominar en los escenarios y medios internacionales las guerras en Ucrania y Medio Oriente.
En mayo del 2023, señalábamos en estas mismas páginas: "Sudán, el tercer país más grande de África, uno de los once estados ribereños del río Nilo, se encuentra otra vez en conflicto, atrapado en combates urbanos, en una secuencia interminable de estallidos de violencia. Una tragedia que no ha cesado en las últimas semanas, con ataques aéreos y de artillería, choques armados en la capital Jartum. Sucesos que han vuelto a hacer añicos una frustrada transición democrática, arrojando por la borda el mínimo respeto por el derecho internacional humanitario. Han pasado cuatro años de aquella esperanzadora revuelta civil, que, con apoyo del alto mando del ejército sudanés, depuso a uno de los suyos, al autócrata Omar al Bashir, condenado por genocidio por las atrocidades cometidas en Darfur. Una revolución que, para desgracia de millones de sudaneses, después de un breve gobierno civil precario y tambaleante, terminó en una nueva asonada en 2021, para desembocar ahora en cruentos enfrentamientos ".
Hicimos entonces una predicción funesta: "Si las justas demandas y los prolongados reclamos sociales, económicos y políticos de la población sudanesa, en todas las regiones, no son escuchadas y atendidas pronto, las enésimas negociaciones estarán condenadas al fracaso. Los anhelos de una transición democrática incluyente quedarán sólo en eso, con el riesgo de un Estado fallido y la eventual desintegración nacional. Los esfuerzos internacionales de intermediación para lograr un cese al fuego duradero, al menos una tregua humanitaria, fracasarán. Están en curso sendas iniciativas estadounidense y saudita. Pero mientras prevalezcan los factores internos y los apoyos externos, las fuerzas beligerantes no considerarán necesario sentarse a negociar. El Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas (PMA) ha debido alertar que el conflicto armado podría incrementar a 19 millones el número de personas en Sudán que sufrirán inseguridad alimentaria aguda y desnutrición grave en los próximos tres a seis meses".
Lamentablemente, ese desolador panorama se ha cumplido. Según Médicos sin Fronteras la guerra ha dejado entre 150 mil muertos y heridos. Se calcula que 10 millones de sudaneses han huido a causa de la violencia y el hambre; 7.8 millones han buscado refugio dentro del país. El PMA y el Alto Comisionado para los Refugiados de Naciones Unidas trabajan sin descanso para asegurar la entrada de ayuda humanitaria y su entrega oportuna, abriendo dos rutas de emergencia: una a través de Adre, frontera con Chad, que conduce a Darfur, y la otra, desde Puerto Sudán, en el mar Rojo, para atender las necesidades alrededor de Jartum y otras ciudades en los estados de Kordofán, Sennar y Al Jazeera, donde no han cesado los combates, bombardeos. Las violaciones de derechos humanos son masivas.
Los organismos humanitarios y las organizaciones civiles enfrentan una carrera contra el tiempo: más de la mitad de la población, 26 millones, está en riesgo si no reciben asistencia alimentaria en los próximos 60 días. La malnutrición infantil es rampante, conseguir comida y agua es una sobrevivencia diaria, habiéndo registrado lluvias torrenciales, inundaciones y derrumbes, con la caída de puentes y la destrucción de vías de comunicación vitales. La malaria, el dengue y el cólera se han propagado rápidamente. El plan de respuesta urgente requiere 2.7 mil millones de dólares y a finales de agosto faltaba aún la mitad. Las monedas locales se han depreciado y los precios de los alimentos y combustibles incrementado. Hay enormes dificultades de suministro y almacenaje.
La crisis multidimensional en Sudán, la mayor crisis de desplazados del mundo, amenaza con extenderse hacia Eritrea, Uganda, Somalia, Kenia y Yibuti. Más de dos millones de refugiados sudaneses huyeron a Chad, Egipto, Etiopía, Sudán del Sur, República Centroafricana y Libia, países en problemas, que desde hace años batallan con sus propios desplazados internos y el flujo de decenas de miles de refugiados.
Los esfuerzos internacionales para establecer un gobierno interino o acordar corredores humanitarios hasta ahora han fracasado. Las conversaciones de paz, directas o indirectas entre las partes, han resultado imposibles. Planes de la Unión Africana de pacificación gradual, al igual que los intentos de mediación estadounidenses y sauditas han desembocado en 16 ceses al fuego, todos fallidos. La semana pasada, las conversaciones promovidas por el enviado especial estadounidense para adoptar medidas humanitarias urgentes no pudieron concretarse al ausentarse los representantes de las fuerzas armadas sudanesas.
Las abiertas o encubiertas interferencias políticas, intervenciones diplomáticas, la injerencia y asistencia militar de varios países vecinos, protagonistas regionales y potencias extranjeras, en favor de uno de los dos bandos, continúan intensificándose. Controlar, abrir o cerrar cruces fronterizos, facilitar o apoderarse de la ayuda, bloquear o permitir el tránsito por carreteras y acceder a puertos en el mar Rojo han seguido un curso funesto. Como en las otras dos conflagraciones, el flagrante incumplimiento de las Convenciones de Ginebra ha deshumanizado la guerra.
De lograrse un cese al fuego este año, de prosperar negociaciones de paz, tomará varias generaciones la reconstrucción de Sudán, como en Ucrania y Gaza.
@JAlvarezFuentes