Encuestas rechazadas
Las encuestas suelen provocar reacciones emocionales de gran intensidad. Lo estamos viendo en esta temporada electoral. Las encuestas han mostrado una clara ventaja de la candidata oficialista, Claudia Sheinbaum, lo cual ha llevado a que se acuse a los especialistas que las elaboran y a los medios que las publican de deshonestidad.
Hay que reconocer que hay encuestas deshonestas. Muchos políticos están convencidos de que los ciudadanos son borregos que votan a favor de quien las encuestas digan es más popular. Por eso en cada temporada electoral aparece una avalancha de encuestadoras desconocidas que lanzan sondeos cuyo único propósito es favorecer a algún candidato en especial. Sin embargo, es indudable que las encuestas de empresas establecidas, las que a lo largo de los años han demostrado ser profesionales y consistentes, arrojan cifras que favorecen a la candidata oficial y a los aspirantes a otros cargos del partido del gobierno.
Durante mucho tiempo fueron los políticos del partido hegemónico los que se oponían a la realización de encuestas. Consideraban que estas revelarían las diferencias entre la opinión pública y los resultados de elecciones que con frecuencia eran fraudulentas. “Era casi subversivo publicar lo que opinaba el pueblo mexicano”, escribió Federico Reyes Heroles, quien lanzó la revista Este País que empezó a publicar encuestas en la década de 1980. “Si sabemos quiénes somos, podemos pretender saber qué queremos”, señaló en el libro Sondear México.
Con el paso del tiempo, sin embargo, las encuestas se fueron normalizando en nuestro país como en otros lugares del mundo. Tan comunes se han vuelto que la gente se ha cansado de ellas. Los niveles de respuesta han venido cayendo, lo cual ha reducido la precisión. Pero esta disminución no significa que hayan dejado de ser indicadores aproximados de la intención del voto.
Algunos comentaristas de oposición consideran hoy que la difusión de las encuestas que muestran una fuerte ventaja de Sheinbaum son un intento por desalentar el voto por la candidata opositora, Xóchitl Gálvez. Apuntan que en muchos de estos ejercicios hay un rechazo importante a responder a los encuestadores y consideran, por lo tanto, que estos ejercicios deben ser descalificados.
Pero esto es cerrar los ojos a la realidad. Es verdad que las encuestas se pueden equivocar, y lo han hecho en muchas ocasiones, pero me parece que los sondeos serios que hoy conocemos muestran el resultado de una eficaz política de comunicación del presidente López Obrador que le ha ganado un alto nivel de aprobación. Las mismas encuestas, por otra parte, sugieren que los programas sociales del gobierno federal, que el presidente ha promovido como un logro personal suyo, han tenido un fuerte impacto en las intenciones del voto.
La mayor parte de los electores ya ha tomado la decisión de cómo votará el próximo 2 de junio, pero sigue habiendo un 20 o 25 por ciento que aún no decide o que prefiere no dar a conocer el sentido de su voto. Otro porcentaje prefiere mentir a los encuestadores, ya sea por temor o por quedar bien.
La elección no está decidida. Los electores pueden cambiar las previsiones de las encuestas si así lo deciden. Hasta este momento la candidata oficialista se encuentra en un sólido primer lugar en las preferencias. Pero eso no significa que los electores no puedan cambiar el resultado el 2 de junio.