Mi maestro de metafísica, manejaba esta definición de su materia: Es aquello con lo cual y sin lo cual te quedas tal cual. Muchos aficionados a la historia de la filosofía pensarán lo mismo, sobre todo al descubrir que los filósofos no se ponen de acuerdo en sus conclusiones; y sin embargo, se sigue filosofando.
De algo ha de servir hacerse bolas con los pensamientos; algunos dicen que por lo menos se trata de fundamentar una ética que norme nuestros actos, como las religiones fundamentan la moral y las ideologías, las leyes.
Walther Benjamín dice: "Cada ser humano puede ejercitarse en la tarea de examinarse y reconocerse de un modo crítico. Cada ser humano puede, en cierta medida, acompañar y conformar de modo crítico su propia evolución. Cada ser humano puede así llegar a ser quien es de verdad. O, sencillamente filosofar." (Esta cita la saco del libro: "tiempo de magos, la gran década de la filosofía 1919 1929", autor: Wolfram Eilenberger).
Heidegger dice: Nosotros los humanos somos, en otras palabras, los únicos seres que pueden hacerse la pregunta por el "hay" y, por lo tanto, la pregunta por el sentido de ser (del mismo libro).
Si no ejercitamos la mente, estamos expuestos a que otros nos impongan sus visiones de la vida con el fin de explotarnos, o de manejarnos a su antojo. Esto ya es un hecho sumamente comprobado a través de la historia: Basta referirnos a los reyes y emperadores que proclamaron que su poder venía directamente de Dios, como ahora los presidentes afirman que viene del pueblo. Dios y Pueblo, son dos palabras que en el imaginario colectivo funcionan para manejar voluntades al antojo.
Todas las conquistas europeas se llevaron a cabo bajo el pretexto de que iban a proclamar la verdadera religión y a combatir las ideas oscurantistas y demoniacas de los países atrasados que estaban en manos del demonio. En realidad, robaron, aniquilaron, esclavizaron y todo lo demás que muchos ya saben. Esto lo hicieron católicos, protestantes, musulmanes, y los mismos conquistados que anteriormente habían sido conquistadores como los aztecas, mayas, incas, chinos.
Según los intereses creados, unos criticaron a los otros con el único fin de quedarse con los beneficios de las conquistas con el beneplácito de la humanidad. Lo mismo pasó en las cruzadas y está pasando en los actuales conflictos que amenazan con una guerra nuclear.
Hay un tercer concepto que se nos impone: opinión pública, que es la mejor manera de que una opinión privada de hacerla pública, según esto, sustentada en las estadísticas. Aquí hay un elemento más, la cultura de masas, o la masificación de la humanidad, qué si se sabe influir en ella, logra que actúe en beneficio de algunos cuantos, en contra de los intereses generales. Así, nos llegamos a alimentar con productos chatarra que no nos nutren, y a comprar constantemente cosas que no nos hacen falta; porque nos han enseñado que la única forma de sentirnos felices es consumiendo, lo que te dicen que consumas, a pesar del daño que pueda provocarte.
Pero nos dejamos llevar. En una sociedad que nos dice que cada quien puede vivir su individualidad, todos nos vestimos de jeans; con marca o sin marca es lo mismo; todos dependemos de las redes sociales, nos creemos casi todo lo que nos dicen en ellas, todos modelamos nuestro comportamiento según las modas; y vivimos cada vez peor y nos cuesta mucho más caro. Nos sirven el café en vasos de cartón encerado, y quien sabe que café nos darán. Comemos la peor carne en las hamburguesas. Abusamos del azúcar en las donas y demás alimentos deliciosos; La salud la traemos por los suelos.
¿A qué horas pensamos? Para ello tenemos que tener información. No podemos hacer juicios de la nada. Tenemos que enterarnos de las cosas para dar una opinión; a menos que nos conformemos con la opinión pública.
El hombre es el único ser que piensa; pero por lo general no lo hace. Se ha convertido en el tonto más grande del mundo. Solito se pone en el paredón y se fusila. El no pensar, nos convierte en esclavos.
Un libro para que comiences a pensar en la realidad latinoamericana: La plata, la espada y la piedra. De Marie Arana, Ed. Debate.