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Las medias verdes

JOSÉ LUIS HERRERA ARCE

Fundamentamos nuestra vida en medias verdades; no queremos enfrentar la otra mitad que serían las medias falsedades. Alguien se erige como salvador y todo mundo acepta, a pie juntillas, sus afirmaciones sin analizar el trasfondo de las ideologías o los puntos que son imposibles de realizar.

En la cabeza de la humanidad, siempre ha habido la idea de un paraíso al cual es posible acceder. Antes metafísico, hoy terrenal, es muy fácil convencerse de su posible existencia o construcción; aunque Hasta ahora no se ha dado en ninguna parte. Se les llama utopías y siempre han existido. Los filósofos griegos las planteaban, lo mismo que en el renacimiento. En el siglo XIX volvieron a florecer y en el siglo XX, algunos las han querido realizar con los más rotundos fracasos. Hoy por hoy, no hay país en el mundo del cual se pueda decir que hay la justicia absoluta o la plena felicidad, a pesar de lo que se ha sacrificado, sobre todo: vidas.

Si queríamos la dignificación del hombre, lo hemos reducido a medio para conseguir fines de oligarquías de todos los sabores. Uno de los tantos comercios que existen en el mundo es la compra de conciencias; o su enajenación, no permitiéndole que vea o se enfrente a la realidad, rodeándole de un mundo fantástico que acabará por destruirlo. Cada vez nos conformamos con menos, reducimos la calidad de las cosas. Nos hacemos dependiente de lo superfluo. Ponemos el valor en la inmundicia.

Así como no se dio la idea liberal del dejar hacer y dejar pasar, dejando que las fuerzas sociales se enfrentaran entre si para lograr la estabilidad, dando como resultado la terrible explotación del hombre en el siglo XIX con jornadas laborales inhumanas y sueldos de miseria, que no eran más que una esclavitud disfrazada: Tampoco se ha dado la sociedad comunista sin gobierno y sin clases, ni siquiera la socialista que es un camino para llegar a ella, pero que ha servido de pretexto para tener controlado a una comunidad, también en una especie de esclavitud donde la libertad depende del estado, que a fin de cuentas es un hombre o un grupo de hombres cuya visión se impone, a fuerzas. Si en los tiempos del rey el pueblo calla y obedece, en los tiempos actuales resulta lo mismo. A la gente o le gusta pensar, o no está capacitado para hacerlo. Es más fácil dejarse llevar por la verdad a medias y la falsedad que le corresponde; como tampoco le gusta tener la responsabilidad de sus actos.

En las nuevas generaciones el problema se ha agravado con todos los elementos de fuga que existen; desde las redes sociales hasta el uso de drogas. El negocio de unos cuantos produce la juventud perdida sicológicamente que se ha vuelto vagabunda en las calles de cualquier ciudad. Lo peor es que no hay soluciones porque a nadie le interesa, en verdad, solucionarlo. Sólo se aplican placebos.

Es muy fácil destruir lo construido. Todo lo realizado en el siglo XX mexicano se ha tirado en el bote de la basura, dejando el camino a una dictadura de partido que hará con nosotros lo que quiera. No quieren darse cuenta.

Todos somos hombres y todos somos falibles. Aunque Dios inspire, el hombre se equivoca. Si no hay una puerta para remediar el error podemos vivir en él por toda la eternidad. Debe de existir una puerta de salida, una capacidad crítica. No te puedes fiar de alguien que te dice que no es corrupto y que tiene buenas intenciones cuando ves que ha acabado con todas las instituciones que estaban creadas para defenderte; y que a partir de ahora, todo depende de su voluntad.

El rey se basaba en Dios para fundamentar su poder. Después, se basaron en el pueblo y su voluntad. Este pueblo lo han reducido al proletariado. Lo pueblos y los proletariados, en su propio nombre, han sido convertidos en cosa, en medios, en esclavos de la voluntad de otro, en masa, en colectividad. El individuo desaparece y con él, la dignidad.

¿Qué sociedad hemos forjado? Suplimos el arte por la mercancía que nos ofrecen los medios de comunicación que según dicen, es para los jodidos. Ellos también tienen las capacidades de disfrutar la calidad. Suplimos la alimentación por el consumo de la comida chatarra. Suplimos la verdadera educación, por la escuela de oficios, Las universidades bajan su calidad a las necesidades del mercado no a lo formación del hombre ni del ciudadano; donde más que nada se tramitan títulos. La ética va dejando de existir. Una sociedad cada vez más inhumana, de necesidades superfluas; dependiente de un maldito celular, y de un influencer que también piensa y escoge por ti. Léase el mundo feliz de Huxley y la rebelión de la granja; así como Fahrenheit 451 de Bravury. Ya estamos en ese mundo.

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