Luego de más de 200 días, la guerra de Israel y Hamás en la franja de Gaza ha cambiado por completo la intrincada ecuación del conflicto palestino israelí. Se ha modificado la trayectoria de confrontación y coexistencia histórica entre árabes e israelíes. También se ha transformado la compleja dinámica regional, se han extendido y agravado los escenarios de conflicto en Medio Oriente. La preocupación internacional por las escaladas y la proliferación de las tensiones sigue aumentando, mientras se multiplican las protestas en todo el mundo. La seguridad del Estado de Israel no será jamás la misma después del ataque terrorista del 7 de octubre, como tampoco la larga e ilegal ocupación israelí de los territorios palestinos, ni se acabará la tenaz resistencia popular contra ella. Los riesgos de ataques por islamofobia y antisemitismo no pueden soslayarse.
Hay, sin embargo, otros importantes desarrollos en torno a la guerra que también están cambiando. Van en aumento las marcadas diferencias y objeciones de Israel con las Naciones Unidas, sus abiertas discrepancias con el secretario general y las múltiples dificultades con los principales organismos. Están asimismo las consecuencias de la parálisis e inoperancia del Consejo de Seguridad, maniatado por el poder del veto. En siete meses, en cuatro ocasiones, Estados Unidos lo ha ejercido en favor de Israel, tres para bloquear un alto al fuego humanitario y el último para boicotear la iniciativa del reconocimiento a Palestina como Estado miembro de pleno derecho de la ONU.
Por otra parte, están las premisas de orden político en las condiciones, tiempos, montos y modalidades de la ayuda militar y el respaldo estadounidense, británico, alemán y europeo a Israel, a pesar de sus cuestionamientos, cada vez más abiertos, siendo sus principales aliados. No pueden minimizarse los elevados costos político-electorales derivados del apoyo político y el respaldo diplomático incondicional, cuando subsisten tantas divergencias de fondo con respecto a las decisiones del primer ministro Netanyahu y la conducta del gobierno israelí.
Resulta inocultable la creciente solidaridad con la causa palestina en el mundo y los llamados a parar la guerra, ante los reiterados e infructuosos llamados a un cese al fuego, las acusaciones de actos genocidas, las flagrantes violaciones del derecho internacional humanitario, la pérdida de decenas de miles de vidas humanas, la enorme destrucción de infraestructura, la trágica captura y retención de rehenes, las incontables desgracias de la implacable ofensiva aérea y terrestre que Israel ha impuesto en el enclave como un prolongado castigo colectivo. Aunadas a las formidables dificultades y obstáculos para entregar ayuda humanitaria a la población palestina en Gaza, y la exacerbación de la violencia de los colonos judíos en Cisjordania.
Todo ello, sin dejar de lado las protestas masivas al interior de Israel y las adversas circunstancias que amenazan de manera existencial a los países vecinos, empezando por Egipto y Jordania y sus respectivos acuerdos de paz con Israel, seguidos de los choques, atentados y confrontaciones diarias en el Líbano, Siria e Irak, y la más reciente espiral de ataques directos entre Israel e Irán, que puso al mundo en ascuas y a la región al borde del abismo.
Las dificultades seguirán acumulándose si persiste la guerra de Israel contra la ONU. Si prevalece la desconfianza al otorgar y extender las visas, si persiste un patente desprecio por las operaciones de la organización mundial en Gaza y si se comprueban o no las acusaciones israelíes de falta de neutralidad en contra de algunos trabajadores humanitarios, responsables de la protección de los refugiados palestinos, 180 de los cuales han resultado muertos. También, si no se llevan a cabo o fracasan las investigaciones internacionales independientes sobre el uso de hospitales, oficinas y escuelas por parte de combatientes de Hamás y los consiguientes ataques del ejército israelí en contra de instalaciones protegidas, refugios, iglesias y mezquitas.
Urge se restablezca el financiamiento a la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, al igual que el cumplimiento de las órdenes vinculantes de la Corte Internacional de Justicia, para que Israel tome, sin dilación, todas las medidas necesarias y efectivas para acabar con la catastrófica escasez de alimentos y la hambruna instalada en Gaza. La aceptación de los términos y las condiciones negociadas por los mediadores qataríes, estadounidenses y egipcios para alcanzar, a la brevedad, una tregua humanitaria que permita la entrega de algunas decenas de rehenes israelíes en intercambio por algunos cientos de prisioneros palestinos dependerá, necesariamente, de que la ayuda humanitaria se suministre con urgencia, sin trabas y en la escala adecuada.
Las presiones diplomáticas sobre Israel siguen aumentando con el paso de las semanas y los días, entre otras razones, para tratar de detener los planes de Netanyahu y el mando militar para proseguir y llevar a cabo una ofensiva sobre Rafah, la cual, podría ocurrir en los próximos días y provocaría un éxodo masivo de refugiados hacia la península del Sinaí, con consecuencias desastrosas para Egipto. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU recién aprobó una resolución para poner fin a la venta, transferencia y envío de armas, municiones y otros equipos militares a Israel, recordándole sus obligaciones como potencia ocupante.
Las protestas estudiantiles en las más importantes universidades estadounidenses oponiéndose a la continuación de la guerra en Gaza están ocurriendo teniendo justo cuando el Congreso de los Estados Unidos, a pedido del presidente Biden, acaba de aprobar un paquete de ayuda militar a Israel por 26 mil millones de dólares, estando en juego su reelección.
@JAlvarezFuentes