Foto: Shutterstock
La bisexualidad es una orientación caracterizada por la atracción hacia personas del sexo opuesto y el propio.
No es una manera fácil de disfrutar la sexualidad, ya que la atracción puede llegar a convertirse en una conducta alternada tanto en lo romántico como en lo erótico, razón por la cual esta orientación suele ocultarse e invisibilizarse.
La mayoría de los consultantes que acuden a terapia psico-médico-sexológica son bisexuales; de cada diez, ocho son hombres y dos mujeres.
La orientación sexual no es algo que se elija, sino que llega mediante el despertar sexual que las hormonas y el cerebro asocian. El objeto de deseo aparece de manera súbita y sorprendente.
Cabe señalar que la orientación no es estática o permanente a lo largo de la existencia, ya que las circunstancias biológicas, psicológicas o las fuerzas del entorno están en constante movimiento.
Por ello podemos observar a personas que se definían como heterosexuales y que posteriormente se sintieron más cómodas en la homosexualidad; muchos más encontraron placer y romanticismo en la bisexualidad.
No hay una fórmula matemática para explicar este fenómeno; los humanos estamos definidos por nuestra subjetividad.
Aunque recientemente se han realizado estudios con resultados que indican que la mayoría de las mujeres son bisexuales, basándose en que en diferentes etapas o momentos se han sentido atraídas hacia ambos géneros, esta es una conclusión apresurada que hay que valorar a profundidad.
La expresión de la sexualidad humana está fuertemente influida por los factores culturales y la idiosincrasia reinante en los países, pueblos o regiones. Sacar conclusiones al respecto de manera anticipada conduce a una mayor cantidad de errores.
Hombres y mujeres en diferentes circunstancias llegan a experimentar admiración, atracción o deseo por ambos sexos y esto no los convierte en bisexuales, sólo significa que han experimentado ese interés en determinado momento. Incluso el que alguna vez hayan vivido experiencias corporales bisexuales no definirá su orientación como tal; para ello hay que vivir de manera intensa y constante el deseo bisexual, y no renunciar a este.
Existen personas que, con el corazón roto, en un momento de dolor o coraje deciden rechazar a todo aquel que se parezca a quien les ofendió, incluyendo el género al que pertenecía, e inclinarse hacia la bisexualidad. Esta es una elección arbitraria que sólo el tiempo corroborará si fue o no acertada, aunque tomar decisiones arrebatadas habitualmente se convierte en un problema mayor al que se pretendió encontrar solución.
Quienes se definen como bisexuales pueden sentir mayor deseo hacia un género que a otro, y en otro momento dar marcha atrás. La sexualidad tiene altibajos asociados a los estados anímicos, cambios hormonales y funcionamiento del sistema nervioso. La riqueza emocional humana está conformada tanto por claroscuros como por tonos pastel.
PREJUICIOS SOBRE LA BISEXUALIDAD
La ignorancia respecto a la manera de ejercer la sexualidad en esta orientación ha creado una serie de ideas erróneas, malintencionadas y a veces perversas sobre quienes la viven.
Se atribuye a la bisexualidad la liberalidad de involucrarse de manera indiscriminada con hombres o mujeres de una forma compulsiva, equiparando a la persona a un adicto al sexo, condición que puede presentarse en cualquier orientación como un trastorno y no como la forma habitual de comportamiento.
Se suele considerar, además, que están disponibles para tener tríos o cualquier otra expresión sexual grupal. La bisexualidad, sin embargo, se acompaña del código moral que cada persona haya construido a lo largo de su existencia. Si ante su moralidad una conducta es inaceptable, entonces no la realizará, aunque se lo proponga alguien que tenga una enorme influencia. La orientación no anula la capacidad para decidir lo que se desea, busca o acepta.
Otra desafortunada idea muy extendida entre la población es considerar que las personas bisexuales son infieles, porque no pueden resistirse a buscar a todo aquel individuo que los atraiga. Sin embargo, ellas pueden establecer lazos afectivos, románticos y sexuales con alguien de su mismo sexo o del opuesto, y mantenerlos, así como tener conflictos, diferencias y quebrantos como cualquiera en el mundo.
Quienes llegan a vivir verdaderos calvarios son los individuos que poseen un trastorno de la personalidad que los convierte en compulsivos sexuales, por lo que no viven sus relaciones de forma estable y requieren de apoyo médico-psico-sexológico.
Una creencia errónea más es que los bisexuales son gays o lesbianas, pero no lo reconocen. Las etiquetas en este siglo son cosa de todos los días, sin embargo, muchas veces se usan para encasillar a las personas como si fueran objetos, olvidando que cada cabeza es un mundo y que pretender encuadrar al otro es limitarlo.
La bisexualidad es una forma de vivir la sexualidad orientada a ambos géneros, y no una homosexualidad enmascarada, aunque esto no quiere decir que no existan quienes niegan su orientación y la encubren por considerar más importante la opinión ajena que la propia felicidad.
Otro prejuicio que limita la libertad de explorarse sexualmente es que las mujeres bisexuales, a la larga, regresarán a buscar a un hombre. No existe estudio científico que pueda demostrar que esta orientación necesariamente desembocará en que las mujeres asuman la heterosexualidad. Esto es un asunto claramente individual y no puede ni debe generalizarse.
Asimismo, hay hombres que empiezan a dudar de la lealtad de su pareja si ella les dice que es bisexual. Esta afirmación esconde la inseguridad que el varón tiene en sí mismo, disfrazándola de sospecha de infidelidad, al grado de sentir su hombría amenazada por hombres y mujeres, olvidando que existe un vínculo relacional, tal y como ocurre en parejas heterosexuales. En realidad, en ninguna orientación sexual se extiende un certificado de fidelidad y amor eterno.
VIVIR Y DEJAR VIVIR
La orientación sexual es un asunto personal. Asumirla forma parte del proceso maduracional que cada uno necesita experimentar en su existencia. Respetar el proceso del otro implica con frecuencia escucharle sin condicionarle, aceptar las diferencias entre ambos.
Estamos en la época de las grandes transformaciones. Una de ellas es la visibilidad de la diversidad sexual y la aceptación y respeto por el otro. La bisexualidad existe desde que la humanidad deambula sobre el planeta, y el rechazo a lo diferente, a lo no coincidente, es definitivamente una forma de violencia.
La bisexualidad no es obstáculo para muchas parejas que aceptan esta orientación y son capaces de construir uniones satisfactorias, duraderas e incluso permanentes.