ÁTICO
El éxito político de AMLO está montado sobre un raquítico crecimiento y obras de poca utilidad.
AMLO termina su sexenio como el Presidente políticamente más exitoso de la posrevolución. Su candidata ganó por amplio margen y su partido y aliados pueden cambiar la Constitución sin restricciones. El broche de oro es violentar la lógica sexenal sobre la que se construyó nuestro sistema político: entregará la banda presidencial el martes 1º de octubre, pero no todo el poder.
No serán de Sheinbaum dos posiciones clave: la Secretaría de Gobernación (la más importante en la tradición política mexicana) y la Secretaría del Bienestar, construida en el sexenio de AMLO para sacarle todo el beneficio político posible a la distribución de transferencias. Tampoco lo son los líderes morenistas en ambas Cámaras. AMLO ha dado el paso más audaz de un Presidente saliente: colocar a su hijo como secretario de Organización de Morena.
La gente está contenta y optimista. Las transferencias sociales, las remesas y el incremento en el salario real han permitido a la gran mayoría de la población incrementar su ingreso. Sin embargo, este éxito político está montado sobre un raquítico crecimiento: 0.8 por ciento de promedio anual durante los primeros 5 años del sexenio. El PIB per cápita hoy es ligeramente inferior al del 2018.
La pandemia no es la causa: la economía de Estados Unidos creció en promedio 2.1 por ciento del 2019 al 2023; Colombia 2.9 y Brasil 1.7. En América Latina sólo a Argentina y a Venezuela les fue peor que a nosotros. Y eso que México ha tenido la oportunidad dorada del nearshoring.
AMLO fue exitoso en terminar sus obras, muchas las inauguró varias veces, pero su utilidad es la que los expertos predijeron. El cancelado aeropuerto de Texcoco nunca podrá ser sustituido por el AIFA y el AICM combinados. La cuestión no es si el AIFA ahora mueve mas pasajeros que el año pasado, llegó en julio a cerca de 600 mil, sino el contraste con el aeropuerto de Estambul, de tamaño similar al de Texcoco, inaugurado en 2018. En 2023 este aeropuerto movió 76 millones de pasajeros, 31 veces más que al AIFA en aquel año. El Tren Maya, mal diseñado y desarrollado en una zona de baja densidad poblacional, mueve unas mil 200 personas al día, equivalente a unos 25 autobuses de pasajeros llenos. La refinería de Dos Bocas sigue sin funcionar. Los 20 mil millones de dólares hasta ahora gastados le hubieran dado a Pemex el oxígeno financiero que tanto requiere.
Su fracaso en materia de seguridad se resume en los 196 mil 505 homicidios y 51 mil 791 personas desaparecidas durante este sexenio. En el anterior fueron 156 mil y 35 mil, respectivamente.
Peña Nieto le cedió a AMLO no sólo el poder para manejar la transición como quiso, sino le heredó finanzas públicas estables y muchos recursos en fideicomisos etiquetados para responsabilidades futuras del gobierno que AMLO usó para financiar sus deseos. Claudia Sheinbaum arranca con muchas más restricciones, empezando por las fiscales.
Sostener el crecimiento de los ingresos de la mayoría de los mexicanos, aumentando las transferencias sociales, no va a ser fácil. La productividad laboral, el factor central para poder mejorar de forma sostenida los aumentos salariales, se ha deteriorado. La inversión privada, que rebotó de forma importante en 2023 tanto por el nearshoring como en respuesta a la brutal caída de la misma en los primeros cuatro años del sexenio, se está desacelerando.
La incertidumbre generada por la reforma al Poder Judicial llevará a un menor crecimiento en el 2025 o incluso a una recesión. Ningún experto diseñaría una reforma judicial como la aprobada por Morena.
Ojalá Sheinbaum cumpla su promesa de lograr un crecimiento compartido. Nunca es fácil iniciar una administración, pero va a gastar mucho capital político y presupuestal en enfrentar los obstáculos que le sembró su antecesor, cuyo éxito histórico, paradójicamente, dependerá en buena medida de qué tan bien le vaya a su sucesora.