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Franco Félix, tras el rastro de Thomas Pynchon

El escritor mexicano obtuvo el Premio Bellas Artes de Ensayo Malcolm Lowry 2024

Franco Félix.

Franco Félix.

SAÚL RODRÍGUEZ.-

Antes que autor, se considera un consumidor de ensayos. El escritor mexicano Franco Félix (Hermosillo, 1981) coloca a este género al mismo nivel que la novela. Su estructura le permite experimentar de otra manera el contenido expuesto; provoca un hito de reflexión en la lectura.

Yo le tengo mucho respeto al ensayo; hay que escribir cosas realmente potentes y que inviten al diálogo, a la reflexión”.

Fue esta semana cuando se le notificó que había resultado ganador del Premio Bellas Artes de Ensayo Malcolm Lowry 2024. El jurado, conformado por Silvia A. Peláez, Laura Sofía Rivero y Delmar Méndez, eligió su texto sobre el críptico escritor estadounidense Thomas Pynchon (Nueva York, 1937), un hombre que ha tratado de escapar a los reflectores de la fama literaria y que únicamente se ha dedicado a escribir.

‘El ingeniero que huyó por la ventana: Thomas Pynchon en México (1962-1964)’, es el título con el que Franco Félix se adentra en el autor de El arco iris de gravedad. Esa novela fue su primer acercamiento. Recuerda que en la solapa de la edición de Tusquets vio sólo un recuadro insulso, vacío, donde debería de ir la fotografía de Pynchon. Pensó que se trataba de un error. Luego investigó y descubrió que ese personaje misterioso había pasado su vida huyendo de los medios.

Las novelas de Thomas Pynchon, además de ser complejas, son un desafío. Luego uno tiene esta pulsión por leer estos libros que parecen ingobernables”.

Leer la obra de Pynchon, dice, es como subir al monte Everest: una aventura emocionante, donde algo se gana, pero también donde algo se pierde; una avalancha que destruye al intrépido lector. Entonces, brota la frustración, ¿cómo se puede escribir después de leer un texto de ese calibre? Quien lee a Pynchon corre el riesgo de extraviarse entre sus aristas y sus temáticas.

“Pasa de temas de química a aeronáutica, física, fisiología, psicología, historia… es un abanico inmenso de temas. Creo que eso es lo que a la mayoría de los lectores se les ha hecho complicado, como que es un autor muy desbocado, tiene muchas vibraciones”.

Sin proponerselo, Franco Félix ensaya sobre Pynchon a través de la llamada telefónica. Toma de ejemplo su obra para afirmar que la educación lectora ha acostumbrado a historias con un principio y un final, que es importante leer no sólo para entretenerse.

Porque ese es otro tema: ¿qué es la lectura? ¿En serio nada más lees para entretenerte? Si estás en este circuito, la lectura no tiene que ser nada más para entretenerte, tiene que ser una profesión, tienes que leer como loco”.

ESTRUCTURA

‘El ingeniero que huyó por la ventana: Thomas Pynchon en México (1962-1964)’ es un texto que, aunque no tiene fronteras claras, puede decirse que es tripartita. La primera parte aborda la visión general del autor estadounidense en México, precisamente cuando escapaba de los medios.

Para él, la escritura era algo que no tenía nada qué ver con el lector. Eso es algo que deberíamos aprender todos. Desde el principio se vino a la Ciudad de México para que no lo encontraran. Y sí batallaron. Cuando salió la reseña de su primera novela (V) en The New York Times, a su agente literario se le salió decir dónde estaba y lo fueron a buscar”.

Según Félix, el periodista enviado por The New York Times logró dar con el domicilio de Pynchon en Ciudad de México. El reportero tocó en la entrada, el autor abrió y al presentarse le cerró la puerta en las narices. Enseguida, Pynchon salió por la ventana y escapó rumbo a Guanajuato.

Y ahí empieza el mito de Pynchon, en Ciudad de México, en una vecindad en la colonia Del Valle. Ahora he ido a visitar el edificio y ya es otra cosa, pero ahí había una vecindad, según cómo describe el espacio donde vivía”.

En la segunda parte de su ensayo, Félix realiza un análisis de la correspondencia de Thomas Pynchon. Es puntual y especulativo. Incluso acude a novelar ciertas partes donde no queda más que imaginar lo que hubiese pasado.

Hay momentos en que lo imagino en Guanajuato y trato de imitar su estilo para enriquecer el ensayo”.

Finalmente, el tercer aparto consiste en una reflexión sobre la pulsión que el mundo tiene por la imagen. Franco Félix se pregunta la razón de la obsesión por conocer el rostro del autor, qué alimentos injiere, cuáles son sus manías y todos esos ingredientes que dan cocción a la vida privada.

La sociedad quiere hacer público lo privado y eso es una locura. Va sobre eso, es hablar sobre lo real, sobre aquello que no puede ser simbolizado, porque en este momento todo lo que se ha dicho de Pynchon es especulativo, salvo aquello que él escribió en las cartas. Casi todo es una interpretación de textos, de momentos, de oídas, de rumores”.

Félix concluye su texto con una sentencia: hay que dedicarse a leer a Pynchon y no especular sobre su persona. La obsesión por su imagen es innecesaria.

“Como que tenemos que ponerle rostro a las cosas. Ahorita está bien vivo el debate de querer separar al autor de la obra y tal. Bueno, pues está bien, cada quien puede pensar lo que quiera, por su puesto que eso es el diálogo, pero lo que sí te puedo decir es que Pynchon está fuera de este diálogo. Y es subversivo que en esta era, en la que es tan importante el Yo, el sujeto esté difuminado. Lo que importa son sus libros y ya”.

Y es que para Franco Félix la ventana por la que ha tratado escapar Pynchon se ha vuelto angosta y tal vez un día se cierre para siempre.

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