Javier Aguirre y Rafael Márquez fueron presentados con la Selección Mexicana, una muy diferente a cuando ellos vivieron “sus mejores épocas”, una cada vez más comercial, menos identificada con el aficionado y más apegada a los intereses de los que comandan el futbol mexicano.
Traer a dos de los personajes quizás más emblemáticos del cuadro azteca en los últimos 20 años pueda ser el gancho que necesitan los directivos, quienes ya se están dando cuenta de que el aficionado, al menos el que les genera ganancias que es el que vive en Estados Unidos, ya no se come cualquier “Mole Tour” que le pongas en la mesa, ya no llenan estadios, ya no se abarrotan los partidos, porque el nivel futbolístico y la mala imagen de las últimas copas, ha hecho que abran los ojos.
“El Vasco” y “El Káiser” vienen para ser (aunque ellos digan que no) bomberos del Tricolor, el salvavidas del negocio, la pastilla que quite el dolor de huesos en el que se ha convertido su producto estrella para todos, porque es claro que ellos no van a evitar que se hagan 50 amistosos en un año, que se deje de jugar contra Curazao en Houston o contra Argentina en la cancha de Messi en Miami. Aguirre vuelve como el capitán del barco rumbo al Mundial en casa, pero el verdadero reto será preparar a un “Rafa” que aguante golpe tras golpe, crítica sobre crítica; que no se crea de todos los aplausos que reciba, pero tampoco que se vaya a los “tumbos” contra la prensa.
El reto de ambos es dar la cara y levantar a un águila tricolor dolida, que empieza a dejar de ser competitiva, que ya no es motivo de miedo para los rivales de jerarquía, menos de su vecino incómodo, ese que a costa nuestra a crecido en demasía, al punto de sentirse superior a nosotros, el viejo grande del área, enfermo crónico que podría no aspirar a más en 2026.
Dos años, dos largos años tendrán Aguirre y Márquez para dar la gira del adiós a algunos, pero también consolidar a otros, así como descubrir y eliminar barreras (comerciales y mediáticas) que permitan a otros levantar la mano de cara al futuro.
No, no son bomberos, pero seamos sinceros que tampoco fueron el plan A o B durante la terna, ni ahora, ni antes, pero los pocos o muchos días que le queden a esta Selección están en sus manos, en ustedes está la esperanza de los fieles que aún creemos en el Tri y su tan ansiado quinto partido, que seguimos cantando el himno nacional con la piel chinita y que, con mucho orgullo, portamos la camiseta verde, esa que hasta las marcas deportivas hoy nos han quitado por una armadura guinda y una blanco coral que ya no nos representa más. Me despido, sobre la hora, la clavamos al ángulo.