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Globalizados y vulnerables

Arturo González González

El viernes 19 de julio de 2024 el mundo vivió el peor apagón informático desde que existen las redes cibernéticas. Cientos de aeropuertos, terminales ferroviarias, hospitales, bancos y otras instituciones en todo el orbe quedaron paralizadas. El hecho nos muestra, una vez más, cómo la globalización que nació hace poco más de cuatro décadas nos ha vuelto altamente vulnerables. El apagón del viernes no es un caso aislado y seguramente no será el último. Veamos.

Primero, revisemos qué pasó el fin de semana. El problema se debió a las fallas en la actualización del software de "endpoint security" de la empresa CrowdStrike en el sistema operativo Windows. El sistema de protección Falcon de CrowdStrike es uno de los más contratados por las empresas a nivel global. De ahí su impacto mundial. ¿Qué es la endpoint security? La seguridad o protección de endpoints es un esquema de ciberseguridad enfocado en cuidar los dispositivos finales (pc, laptops, tablets, smartphones) conectados a una red empresarial. Este tipo de protección es crucial porque los dispositivos, es decir, "puntos finales" pueden ser blanco de ciberataques y convertirse en puntos de acceso para los atacantes hacia la red corporativa. Falcon es uno de los principales sistemas de ciberseguridad para el sistema Windows de Microsoft. Al presentar una falla en la actualización por cuestiones de incompatibilidad, el sistema se paralizó para prevenir afectaciones y vulnerabilidades al no poder garantizar la seguridad de toda la red.

Pero, ¿qué tiene que ver la globalización con esto? CrowdStrike es una de las compañías de ciberseguridad de endpoint más utilizadas por las redes empresariales. De hecho, el mercado de endpoint security acusa una creciente concentración en unos cuantos jugadores, entre ellos la empresa mencionada. La concentración monopólica u oligopólica mundial es una consecuencia de la globalización económica que surgió hace poco más de 40 años con su acento neoliberal. Entre más usuarios y redes dependan de menos jugadores, la vulnerabilidad aumenta. Un error humano, una "falla técnica" o un ciberataque (como el de WannaCry en mayo de 2017) provoca un colapso. En 2022, según datos de IDC, CrowdStrike se encontraba a la cabeza del mercado de endpoint security con el 17.7 % de la cuota de mercado. Si sumamos los cuatro primeros lugares, alcanzan la mitad de todo el mercado. Y esto pasa en otros ámbitos de la tecnología y la economía. La concentración de servicios y la interconexión informática, social y económica han creado un sistema global muy vulnerable. Repasemos la historia reciente.

En 2008 el mundo se sumió en la peor crisis financiera de la historia del capitalismo. El origen fue el mercado de hipotecas subprime en EUA. Bancos e instituciones financieras habían creado complejos instrumentos financieros basados en hipotecas basura. Cuando los propietarios comenzaron a incumplir con sus pagos, el sistema colapsó a través de una reacción en cadena. La crisis se propagó rápidamente a través de los mercados financieros globales y causó una recesión económica mundial. Millones de personas en varios países perdieron sus empleos y viviendas. Si los atentados del 11 de septiembre de 2001, que desencadenaron las desastrosas guerras en Afganistán e Irak, fueron una primera impactante advertencia de que la globalización no iba como lo habían prometido sus evangelistas, la crisis de 2008 evidenció los vicios profundos del sistema.

Otro golpe de magnitudes planetarias llegó en 2020. La pandemia de COVID-19, causada por el virus SARS-CoV-2, se originó en China a finales de 2019 y se propagó rápidamente por todo el mundo al año siguiente para causar la peor pandemia en un siglo. En 1918, una globalización menos profunda e integrada había servido de caldo de cultivo para la mal llamada "influenza española". En 2020, una globalización más rápida y conectada, con un turismo masivo y fuera de control, fue propicia para un virus más veloz en su propagación. Pero no sólo fueron los millones de muertos y enfermos con secuelas, una tragedia en sí misma, también los sistemas de salud se vieron rebasados y la crisis post-pandémica causó la mayor recesión global desde la Gran Depresión. La crisis exacerbó las desigualdades existentes, afectando desproporcionadamente a los grupos y países más vulnerables. La pandemia también llevó a una parálisis en las cadenas de suministro en 2021 y 2022, ya que las interrupciones en la producción y el transporte afectaron la disponibilidad de bienes esenciales, como insumos médicos y chips. La escasez inició una espiral inflacionaria que se agravó con las guerras en Ucrania y Palestina, otras fallas de la globalización.

Pero las guerras actuales de Ucrania y Palestina no estallaron de pronto en la década presente. Se gestaron a lo largo de años y, en buena parte, como producto de los defectos del sistema global. Además tuvieron como antecedente reciente el conflicto en Siria de 2011, el cual comenzó como una guerra civil y pronto se convirtió en un enfrentamiento de carácter internacional, con la participación directa e indirecta de potencias regionales y mundiales. La guerra siria tuvo como consecuencia una crisis humanitaria de impacto global con cientos de miles de refugiados -a la que hay que sumar el terrorismo- que se ha visto superada por los conflictos en Ucrania y Palestina. Además, estas últimas guerras han tenido repercusiones mundiales desencadenadas como efecto dominó. El suministro de gas y petróleo se vio afectado, lo que provocó un incremento en los precios que abonó a la inflación ya desatada por la crisis post-pandémica. La distribución de granos, de los cuales Rusia y Ucrania son grandes productores, también se alteró provocando escasez en países subdesarrollados. Por si fuera poco, el desplazamiento de millones de refugiados ha provocado reacciones xenofóbicas y ultranacionalistas en estados desarrollados, y las posturas divergentes frente a ambos conflictos han dividido al mundo de una forma que no se veía desde la Guerra Fría.

Es cierto: la globalización, construida durante las últimas cuatro décadas y media, ha traído beneficios en términos de crecimiento económico, innovación tecnológica e intercambio cultural. Sin embargo, también ha creado un sistema mundial altamente vulnerable. La concentración de poder en unos pocos jugadores tecnológicos, la interdependencia financiera, la desigualdad socioeconómica, la desregulación en ciertas áreas y la dependencia de cadenas de suministro globales se han convertido en elementos de disrupción y caos en momentos de crisis. El apagón informático global es solo el ejemplo más reciente de cómo la interconexión global, que privilegió la ganancia privada por encima del beneficio colectivo del sistema en su conjunto, se ha vuelto en nuestra contra. Para algunos, es necesario reformar el sistema global para fortalecer la resiliencia y diversificar nuestras dependencias en el futuro cercano. Pero hay que preguntarnos seriamente si esta globalización, potenciadora de vulnerabilidades, no ha llegado ya a su fin y es menester crear un nuevo sistema más justo, diverso, estable e incluyente.

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Escrito en: Talento lagunero la Academia

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