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Hilvanan recuerdos de su relación a más de cuatro décadas de conocerse
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Hilvanan recuerdos de su relación a más de cuatro décadas de conocerse

Lidia y Ernesto se conocieron un 14 de febrero hace más de cuatro décadas

HÉCTOR ESPARZA

Se conocieron un 14 de febrero hace más de cuatro décadas en las calles de Torreón. Una coincidencia singular porque ambos llegaron casi al mismo tiempo a esta ciudad; vivieron en la misma cuadra, tomaban el mismo camión y se bajaban en el mismo sitio, así durante un año, hasta que se casaron.

Él, Ernesto Delgado Ramírez, nació en Hidalgo del Parral, Chihuahua hace 76 años; y ella, Lidia Lerma de Delgado, más joven, en Indé, Durango. Siguen juntos, sosteniendo el negocio que les permitió salir adelante con sus cuatro hijos: el taller de reparación de calzado.

El oficio de zapatero está desapareciendo, en parte, por el tipo de zapatos que se fabrican actualmente, coinciden Lidia y Ernesto: son zapatos de un solo uso, de materiales débiles que no soportan una reparada. Además, las facilidades que se otorgan para cambiar constantemente de calzado, desplazan la posibilidad de reparar los zapatos preferidos.

Lidia y Ernesto viven sobre la avenida Allende, entre las calles Valdés Carrillo y Zaragoza, en el Centro de Torreón; al frente del hogar está su taller equipado con maquinaria especializada; detrás del aparador está la estantería con algunos pares de los clientes que no los han recogido.

El taller está solo, no ha ido un solo cliente, Ernesto calcula que, restando impuestos y costos fijos, tendrán un ingreso aproximado de 700 pesos a la semana. Por fortuna ambos cuentan con su pensión, además sus hijos, todos profesionistas, contribuyen al hogar.

"En Parral hacía los mandados a los zapateros, cuando vine aquí busqué trabajo. Trabajé en una reparadora de calzado muy famosa de aquí de Torreón, la Daiz; mucha gente la recuerda", contó Ernesto, y Lidia complementó: "De los señores Díaz".

Ernesto y Lidia recuerdan las fechas, los nombres, los detalles de antaño. Cuando él empezó en el oficio: "mi padrino era zapatero y me recomendaba con los demás zapateros para que aprendiera algo, desde niño, desde los diez años hacía mandados. Por cada mandado anotaban una rayita y por cada raya me pagaban 20 centavos, a veces en la semana sacaba hasta doce pesos, que era buen dinero".

Y Lidia no olvida su infancia: "Mi papá viajaba desde Indé, ahí vivíamos porque estaba la escuela; mi papá traía un camión de carga y se venía para acá. Se vinieron tiempos muy difíciles, no teníamos tierra, pero mi papá compraba la cosecha y la vendía aquí en Torreón. Yo salí de sexto año, que ni lo hice, y nos venimos para Torreón porque el rancho se quedó solo, ¿a quién le vendíamos?".

Primero llegó Ernesto a la ciudad y al año siguiente Lidia, coincidió que vivieron en la misma calle.

Mientras recordaban y compartían las anécdotas, ambos voltearon a verse y al unísono dijeron: "¡Hoy cumplimos años de conocernos! Como cuarenta y tantos años, una tarde, nos conocimos".

-Duramos un año de novios -confirmó Ernesto.

-Nos conocimos en el autobús, en el Torreón-Gómez y nos bajábamos juntos; yo trabajaba en una mercería, en La Sorpresa, muy grande por cierto, trabajé con los señores Carmona, había muchos estambres -compartió Lidia. Ella detrás del mostrador lustrando un zapato, él sentado frente a la máquina hilvanando los recuerdos.

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Ernesto Delgado nació en Hidalgo del Parral, Chihuahua y ella, Lidia Lerma, en Indé, Durango. (EL SIGLO DE TORREÓN)

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