Historias de resiliencia: Dos mujeres renacen del infierno de las drogas en Monclova
Dos mujeres enfermas, sin fuerza, vencidas e intoxicadas consiguieron salir de la sobra hacia la luz. En un rincón de Monclova, una pequeña luz de esperanza se enciende para quienes han conocido de cerca el oscuro mundo de las drogas.
Cada historia es una mezcla de sufrimiento y esperanza, de lucha y redención. Hoy dos mujeres jóvenes comparten su experiencia en el infierno de las drogas.
Menores de edad y mujeres en situaciones vulnerables tienen acceso fácil a drogas, explica el pastor cristiano Valentín Bustos Cabrera. Su voz resuena con firmeza y preocupación.
La violencia y vejaciones no son el camino para recuperar a alguien, comenta. Explica que anexos donde la dureza es común dejan heridas emocionales.
Bustos Cabrera sostiene que el amor, el acompañamiento espiritual y la empatía son componentes esenciales para rescatar a una persona del abuso de sustancias.
De las sombras a la luz
Jackeline Palafox, una joven de 25 años, sabe lo que es perderlo todo. Su vida en las calles comenzó como una “aventura” entre amigos.
La realidad de las drogas y su indiferencia hacia su familia la llevaron a un aislamiento progresivo. "Terminé viviendo en la calle", recuerda con tristeza.
"Con disque amigos. Pero ahí todo era egoísmo. Yo era egoísta y no quería saber nada de mi familia", comenta Jackeline hoy sana y libre de drogas.
El día que fue rescatada no solo la salvaron de la calle, sino que la llevaron a un camino de fe transformador.
Jackeline vive desde hace casi un año en un centro de rehabilitación cristiano, donde dedica su tiempo a Dios y a apoyar a otras jóvenes.
Ahora describe la paz que siente y la satisfacción de ver cómo la fe y el amor ayudan a quienes han tocado fondo.
De una vida en las calles a una vida con sentido
Fernanda Cázares, de la misma edad que Jackeline, madre de tres niñas, narra su experiencia de supervivencia en las calles. Vivió bajo un árbol.
Durante meses, Fernanda se cubría de la intemperie con hules y periódicos. La desesperanza y ella oscuridad su vida y sus las noches eran sus únicas compañías.
“Perdí el sentido de mi vida", explica Fernanda. Sin embargo, su historia no termina ahí. Fue llevada al refugio Fe, Esperanza y Amor.
En este refugio administrado por el templo cristiano Iglesia del Pueblo, el apoyo médico, psicológico y espiritual le ayudaron a ver una salida a su situación de extrema necesidad y desesperanza.
Hoy Fernanda no solo trabaja en su recuperación, sino que ofrece su experiencia y aliento a otras mujeres que desean reconstruir sus vidas.
Su madre y sus hijas la visitan regularmente, orgullosas de ver a la mujer fuerte y decidida que ha resurgido de ese pasado oscuro.
Fernanda sueña con un futuro en el que pueda brindar a sus hijas un hogar lleno de amor y paz, libre de todo vicio.
La esperanza renace con el amor
Para el pastor Bustos Cabrera, las historias de Jackeline y Fernanda son un recordatorio de que octubre también debe ser de concientización sobre adicciones.
Así como el cáncer de mama, el “cáncer” social de las adicciones afecta la vida de muchas familias en la comunidad y debe ser atendido.
Su visión se centra en crear centros de rehabilitación que, lejos de castigar, construyan un espacio de sanación a través del amor, la fe y el respeto.
Jackeline y Fernanda representan una victoria en la lucha contra las drogas, pero también son un llamado a la acción para toda la sociedad.
Este llamado busca que se brinden más espacios de rehabilitación humanitaria y apoyo integral a quienes lo necesitan y están en riesgo.
Ambas jóvenes miran hacia el futuro con esperanza, lejos del miedo y el dolor, y con la fe que las acompaña en su recuperación definitiva.