Por estos días estamos oyendo y leyendo sobre huracanes, éstos son formaciones de vientos fuertes alrededor de un centro, que arrastran agua y forman con ella lluvias abundantes, y además traen una elevada actividad eléctrica.
Desde los inicios de nuestra especie, a los humanos nos admiraron las tormentas. En occidente los antiguos les dieron categoría de dioses o fuerzas naturales, que ahora los interpretamos como mitos de divinidades inexistentes, que nuestros antepasados inventaban para explicar de una manera errónea lo que no podían hacer racionalmente, pues no conocían las ciencias, es decir, equivocadamente los juzgamos con nuestras propias medidas.
La palabra en español huracán procede de un idioma caribeño, el taíno. El señor Perogrullo nos dice que esta lengua se hablaba en alguna parte del Caribe, región que abarca desde las islas situadas frente al Golfo de México, sigue por la parte oriental de Centroamérica y llega hasta la Guyana Francesa. Toda esta área de mucho mar y poca tierra es precisamente donde se forman los huracanes, por eso no nos debe sorprender que la palabra proceda de ahí.
Una voz muy semejante a la taína aparece en el Popol-Vuh, libro escrito por un indígena maya con ayuda de un español, en lengua quiché pero con caracteres latinos. Esta obra se escribió allá por el siglo XVI. El vocablo al que hacemos alusión es Hura-kan y significa corazón de cielo.
Lo más probable es que la palabra pasó del maya al taíno con casi la misma pronunciación y contenía un concepto idéntico. Luego se difundió en toda América, con lo que ahora tenemos la voz española huracán ya aceptada por todos, incluso por la oficialidad, que se llama Real Academia Española.
Algo curioso de este vocablo es que en taíno significa centro del viento y en maya corazón de cielo, lo que nos hace pensar que tanto los antiguos caribeños como los arcaicos centroamericanos sabían que este fenómeno meteorológico tenía un eje sobre el cual giran los vientos, las nubes y los relámpagos.
Un sinónimo de huracán es ciclón, que procede del griego kiklón, con significado de girar o dar vueltas. Los modernos occidentales no se conformaron con una palabra proveniente del Caribe y compusieron un cultismo equivalente a partir del griego. Esto sucedió en el Imperio Británico, cuando el científico Henry Piddington bautizó a este fenómeno con un derivado del idioma de Homero.
Pero también tenemos los tifones, que son parecidos a los ciclones o huracanes, pero que azotan a países lejanos a nosotros, como Taiwán, Japón, China y Filipinas, los cuales se encuentran en Asia, sobre el noroeste del Océano Pacífico.
La palabra tifón procede del lenguaje chino, en el que es designado como Tai-feng, que significa viento fuerte, o viento grande. Sin embargo ésta no es la única versión del origen de la dicha voz, porque otros dicen que viene del portugués Tufao, y éste a su vez del árabe Tufán, que significa inundación. Otros en cambio afirman que el vocablo procede de la palabra latina Typhon, y a su vez del griego Tifoeo, nombre propio de un ser terrorífico de la mitología, al que tuvieron que enfrentarse los dioses olímpicos. De esta batalla salieron rayos, truenos y centellas, y no solo eso, sino también lava volcánica, temblores de tierra y otras catástrofes. Por eso a estos vientos tormentosos se les designa con ese nombre.
Difícil decidir cuál es la versión más auténtica, pero debemos considerar que la procedencia del lenguaje chino con relación a esta palabra está más cercana a los tifones (como sucede con la palabra huracán), además el monstruo grecolatino Typhon no es solamente patrono de las tormentas, sino también, y principalmente, de los temblores de tierra y las erupciones volcánicas. Con esto ya usted tiene elementos para escoger su versión de la etimología.
