Un libro puede convertirse en el mejor regalo, máxime si quien lo obsequia conoce a la perfección los gustos e intereses del afortunado receptor del presente. Hace unas semanas, mi hermano me regaló varios libros por mi cumpleaños y elegí comenzar con el compendio de crónicas Alguien camina sobre tu tumba de la autora Mariana Enríquez, representante de la “nueva narrativa argentina”.
El libro me atrapó desde sus primeras páginas al mencionar su deseo de juventud por visitar el Parque de los Monstruos de Bomarzo, bosque italiano habitado por esculturas de personajes fantásticos y diseñado por un noble contrahecho de la familia Orsini, tal como lo relata Manuel Mujica Lainez en su célebre novela de 1962.
Como experta narradora de historias de misterio y terror, Mariana Enríquez hilvana las anécdotas de los viajes que ha emprendido y sus recorridos por distintos cementerios, con detalles de sus inquilinos y leyendas sobre apariciones, destacando que a los vivos nos superan los difuntos, al menos en número. Una de las historias más impactantes es el viaje de Enríquez a Savannah, Georgia, ciudad donde se desarrolla la novela Medianoche en el jardín del bien y del mal, escrita por el neoyorkino John Berendt y que diera fama mundial al cementerio de Bonaventure, al incluir en su portada la fotografía de la enigmática escultura de una niña que carga dos platos para alimentar a los pájaros.
Esta pequeña ya no se encuentra en el camposanto sino en un museo de la ciudad, ante las amenazas de robo y vandalismo que sufrió al elevar su perfil. Además de visitar otras ciudades de Estados Unidos como una Nueva Orleans todavía dolida por el paso del huracán Katrina o Graceland, donde gracias a la magia de la mercadotecnia el rey criollo sigue más vivo que nunca, Enríquez recorre cementerios europeos y latinoamericanos, sumando a la lista algunos australianos.
Cierra sus crónicas con La Recoleta, en su natal Buenos Aires, a donde la acompañan un grupo de amigos extranjeros que buscan la tumba de Evita Perón, muerta con apenas 33 años y cuyo cadáver sufrió mutilaciones y vejaciones antes de reposar en el cementerio bonaerense construido hace dos siglos. Frente a los anodinos panteones de la actualidad, los espacios descritos en Alguien camina sobre tu tumba evocan épocas que no regresarán.
Nos permiten imaginar las historias relacionadas con los nombres que apenas pueden leerse en sus lápidas y suponer qué se esconde debajo de sus esculturas cargadas de inocencia, erotismo o tristeza.
Recuerdan un tiempo en el que las representaciones de la vida y la muerte atraían a los deudos en busca de un poco de consuelo, motivaban a los artistas a realizar homenajes escultóricos e invitaban a los turistas a recorrer sitios interesantes de las ciudades. Son espacios que han embrujado a Mariana Enríquez ya que es ahí donde percibe que —como escribía Flannery O’Connor— “el tiempo que los muertos pasan muertos es un millón de veces más que el tiempo que los vivos pasan vivos”.