Noviembre es el mes en el que se celebra el Día de Muertos en nuestro país. Esta festividad surge a partir de la fusión de los rituales que celebraban las culturas mesoamericanas que honraban a sus muertos, y la tradición católica de festejar, el primero de noviembre, el Día de Todos los Santos y, el 2, el de todos los difuntos.
Tenemos muchas maneras de honrar la vida de nuestros muertos, distintos rituales y actividades que nos acercan a ellos. Entre las tradiciones más representativas está la de elaborar altares con elementos simbólicos y significativos que sirven de conexión y reencuentro con nuestros muertos.
Una de las formas de tenerlos presentes y vivir el duelo ha sido a través de la literatura. Existe una cantidad incalculable de libros que abarcan el tema de la muerte y el duelo, y muchos de ellos son libros que narran la propia experiencia del autor. La escritura sirve para transitar el proceso de duelo y de alguna manera ayuda para seguir adelante después de una pérdida. La muerte ha sido un tema tratado por escritores, filósofos, poetas, científicos y, aun así, seguirá siendo un misterio hasta el día en que nos enfrentemos a ella. Lo que sí conocemos cada uno de nosotros son los duelos, los duelos por las pérdidas diarias que vivimos desde que nacemos y, entre todas esas pérdidas, la más dolorosa e inevitable es la que se vive tras la muerte de un ser querido.
Entre los libros que he leído durante el último año hay varios de diferentes autores que han escrito a partir de la muerte de una persona significativa, y en ellos podemos conocer distintas formas de morir y de vivir el duelo derivado de ellas.
Estos libros son Examen de mi padre (Alfaguara, México, 2016), en el que Jaime Volpi narra las vivencias más significativas vividas con su padre y cómo él, con la edad, fue perdiendo facultades después de haber sido un cirujano brillante y culto, hasta el momento en que murió. El manto (Alfaguara, México, 2019), de Marcela Serrano, dedicado a la memoria de su hermana Margarita, quien murió de cáncer. Lo que no tiene nombre (Alfaguara, México, 2023), de Piedad Bonnett, quien narra la terrible experiencia que vivió debido al suicidio de su hijo Daniel. El invencible verano de Liliana (Random House, México, 2021), de Cristina Rivera Garza, en el que escribe acerca de la búsqueda y reconstrucción de la historia del feminicidio de su hermana, quien murió a manos de su novio (por este libro mereció el premio Pulitzer 2024). Por último, Gabo y Mercedes: una despedida (Random House, México, 2021), libro de Rodrigo García, en donde rinde homenaje y narra los últimos días de la vida del premio Nobel de literatura.
Quienes quieran leer obras más científicas, filosóficas y una de las visiones más esperanzadoras acerca de la muerte y lo que pasa después de ella, siempre podrá recurrir a los libros de la doctora Elisabeth KublerRoss. Finalmente, espero que recordemos a nuestros muertos no sólo en noviembre, que guardemos de ellos recuerdos entrañables y un agradecimiento profundo por el tiempo que compartimos.